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El efecto Vinicius se extiende a todo el Madrid

Dijo Santi Solari que lo importante era repetir el tipo de partido que el Madrid había jugado frente al Sevilla, metro patrón de lo que debería de ser la segunda parte de la temporada del equipo. De la primera no había mucho que elegir, no de aquel Real Madrid desprovisto de orden y energía. Frente al Sevilla se adivinaron aspectos tan novedosos (el vigor, la atención, la solidaridad, el ataque febril…) que nadie en el Bernabéu pasó por alto. El público, que durante los meses anteriores acudía al estadio en estado de duermevela, conectó, se entregó y celebró la nueva versión del Madrid. Fue un poco menos convincente contra el Girona, pero notable durante la mayor parte del encuentro.

Todos los jugadores han elevado la nota. Sergio Ramos ha entrado en un periodo pletórico. Cuando alcanza ese estado, no hay defensa mejor en el mundo. Destaca tanto que más que jugar un partido, lo preside. Sergio Ramos concreta una ecuación casi imposible: exuberancia, control, liderazgo, despliegue, intimidación y recursos técnicos. Todo en su máxima expresión.

Sergio Ramos define lo mejor del excelente, pero todavía breve, estado del equipo. A su alrededor, todos los jugadores han progresado hasta convertir un Madrid exangüe en otra cosa muy diferente. Modric ha saltado de la fatiga física y mental al territorio que le ha caracterizado como uno de los mejores centrocampistas del mundo durante los últimos 10 años. Benzema, el más consistente del equipo desde el comienzo de la temporada, por sorprendente que parezca, empieza a encontrar los socios necesarios, entre ellos Vinicius, elemento fundamental en la transfusión de energía que ha sufrido el Real Madrid.

Vinicius es un jugador y un síntoma a la vez. Se instaló en el equipo en el momento de máxima apatía y no fue un cometa. El fútbol es recurrente en historias de jóvenes futbolistas que impactan en sus equipos, sin más recorrido. Entusiasmo, hambre y novedad, en definitiva. Vinicius corría el peligro de convertirse en una coartada, material efímero de portadas, a la espera de mejores tiempos para el equipo.

No ha sido así. Vinicius tiene una gran influencia en el equipo. No es ruido mediático, ni publicitario. Su desenfado le vino de maravilla al tenue Madrid que se arrastraba en la Liga y ni tan siquiera disfrutaba de la Copa de Europa. Ya ha terminado el periodo de la espuma y la agitación. Ahora se le puede medir por su contribución objetiva, y el partido contra el Girona dice todo de su importancia.

Nada mide mejor el calado de un jugador que su aportación cuando no completa un gran partido. La actuación de Vinicius fue correcta, buena sin más, y sin embargo participó en la mayoría de acciones decisivas en la victoria del Madrid, incluido el penalti, favorecido por la dejadez de Lozano en una patada lamentable- y el extraordinario pase de gol en el cuarto tanto, un pase fuerte y seco, al primer toque, con la izquierda.

No hay amenaza posible a la titularidad de Vinicius. Ha llegado para quedarse en la alineación, como un jugador de primer nivel, además. Su efervescente presencia contrasta con la ausencia de Gareth Bale, lánguido crack que se caracteriza por los golazos que marca de vez en cuando y su indiferencia con el compromiso colectivo.