El Espanyol, una desconcertante caricatura de sí mismo
Tenía 21 puntos el Espanyol el pasado 5 de noviembre de 2018 y con 24 se plantará en febrero de 2019 si no media una heroica victoria el domingo ante el Real Madrid. Perder se ha convertido en costumbre para un conjunto perico que otrora, ingenuo de él, desafiaba el liderato. Un equipo, el de Rubi, que en muchos partidos ha merecido un botín mayor del que ha obtenido, pero que en momentos puntuales, acaso porque los rivales ya le han tomado la matrícula, también parece haber perdido la identidad que conquistó puntos y aficiones.
Junto a Getafe, y al desconcertante planteamiento del derbi, regaló el Espanyol en Eibar la peor versión de sí mismo. Una réplica de la era Quique, que ya es decir. Solo Baptistao captó el cambio drástico de plan, despojarse del esférico voluntariamente (la antítesis de la filosofía de Rubi) y pases largos para contrarrestar la presión alta de los armeros, que no desembocó en una mayor sangría en virtud a un par de intervenciones casi milagrosas de Diego López.
No en vano, si ineficaz fue el ataque, lo del entramado defensivo directamente fue caricaturesco, obsceno. Tanto, que ni merece la pena discutir el posible error del VAR en el 2-0, en el que Sergi Enrich hace ademán de intervenir y aturde a Dídac. Porque más aturdido, casi noqueado, se vio a un Espanyol que sin darse cuenta se va acercando jornada a jornada a la zona crepuscular. Preocupante.