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Harry Kane y el cambio para alcanzar la madurez...

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En el Tottenham existen dos fuerzas contrarias que han conseguido, en esta época de conflictos y extremos, encontrar puntos en común. Marchan juntas en el camino medio milagroso que está dirigiendo Mauricio Pochettino (milagro en el fútbol es sacar peras de un olmo, o sea, competir sin el dinero de otros y sólo dar pasos adelante). Por un lado los que definen el día a día quieren nuevas caras, más ambición deportiva. Para conseguir los objetivos tienen que sacarle jugo hasta a las patas de las sillas. Por el otro lado, está el club, que está preparando un estadio espectacular que les va a hipotecar al menos un lustro. O más si la transición post-Pochettino no se gestiona bien (y no será fácil). No tienen dinero para traer futbolistas en enero, como no lo han tenido en las últimas dos ventanas.

Los jugadores, conscientes de que la tensa cuerda puede romperse en cualquier momento, decidieron quedarse porque se les convenció de que debían iniciar una era en el nuevo hogar. Renovaron sus contratos por supuesto, pero por debajo de lo que cobrarían en otros lados. Y tras inaugurar el nuevo estadio ya se vería. Pero puede que ni pisen el nuevo campo hasta la temporada que viene. A día de hoy, ni el cuerpo técnico ni la plantilla le deben nada al club. Le han dado todo y más.

Harry Kane dijo en su día que quería salir al extranjero y recibe información de cómo están las cosas en los grandes clubes europeos. El presidente Daniel Levy sabe que se le está acabando la narrativa que le ha mantenido en el club y que posiblemente alcanzará su madurez como futbolista en el extranjero. Lógicamente querrá sacar al menos un cuarto de lo que podría costarle el estadio (algunos calculan que 1.100 millones de euros). Es decir, cuando se vaya, el día que se parta la cuerda, al equipo le podrían faltar las estrellas que atraerán las masas y disputarán títulos. Levy sospecha que todo tendrá sentido en una década.