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Ibai, Coutinho e Isco, en el foco

Operación retorno. Ibai Gómez retorna al Athletic. Vuelve para intentar cambiar la pesadilla que vive el equipo de su vida. Ibai es vecino de Bilbao, del barrio obrero de Santutxu, hijo de Mitxelo, uno de los mejores formadores de futbolistas que ha dado Bizkaia, que trabajó en Lezama, siendo aún un niño llegó a patear algún balón con sus ídolos. El tiempo pasa, Ibai, en su primera época firmó por el Athletic en 2010, llamó la atención de Caparrós cuando destacaba en el histórico Sestao River, jugó en el Bilbao Athletic y tuvo la mala suerte de romperse la rodilla a los tres minutos de debutar en Primera. La mejor época del jugador llegaría con Marcelo Bielsa, muchas veces titular, otras revulsivo en la temporada de las dos finales sin título. No es un cualquiera, jugó casi 150 partidos como león. Se ha currado su carrera, ha pulido su defectos y es un jugador mucho más completo. Me encanta que haya salido como un señor de Vitoria. A su nuevo entrenador, Gaizka Garitano, le gusta el juego de banda, un estilo más vertical. Ibai encaja, y además lo merece. Vuelve a casa. No creo que sea el último.

Más sombras que luces. Ya es hora de cuestionar al fichaje más caro de la historia del Barcelona. Supongo que en la ecuación hay que introducir que llegó en un cierto clima de histeria tras la marcha inesperada de Neymar a París, y encima con la responsabilidad de hacer un máster acelerado junto a Iniesta para convertirse en una versión lo más cercana posible al genio Andrés. Esa sombra es demasiado alargada y el brasileño no es culpable de eso. El caso es que se pretendía que fuera una especie de híbrido entre Iniesta y Neymar, y entenderán que no se da el caso. El “pellizco” que le tiró Aspiazu, el segundo de Valverde, en la previa del partido de Copa, deja bien claro que el staff del Barcelona no se casa con nadie. A Valverde le tiembla el pulso mucho menos de lo que la gente cree. Coutinho está a tiempo.

Difícil solución. La relación profesional entre Isco y Solari parece haberse convertido en una especie de competición para ver quién la hace más gorda. El entrenador le ningunea en sala de prensa, evita el asunto, a lo sumo le mete en el saco de “es uno más de la plantilla”, le saca de las rotaciones incluso en días como el de Copa, su estrategia es dejar bien clarito que es un absoluto cero a la izquierda. El futbolista opta por la distancia, por la apatía, por no regalar un buen gesto, ni tan siquiera a la afición. Esta situación tiene un límite: mañana en el Villamarín. Curiosamente contra el equipo al que marcó su primer gol como madridista. Sin Bale y Asensio, lesionados, y con Lucas sancionado, si mañana no juega, sabrá que será una comparsa mientras el entrenador sea el argentino. Que esa es otra...