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Gatizallo habemus. Nada parece cambiar en el Madrid de la Liga. Un equipo desalmado (sin alma), frío como el hielo, incapaz de engancharse a una caza titánica que hace doce años lideraron gente como Sergio Ramos (con 21 años), Casillas, Roberto Carlos, Raúl, Higuaín y el gran Van Nistelrooy. Aquel equipo estaba también muy distanciado del Barça, pero tenía fe. Y orgullo. Mucho orgullo. El problema es que este Madrid de los últimos tiempos se ha acostumbrado a afrontar su aventura liguera como un engorroso trámite que establece el guión del calendario. Ellos son de tramos cortos. Te ganan Champions y Mundiales de Clubes como quien se fríe un par de huevos. Y eso libera la cuenta de números rojos en el balance de fin de curso. Pero resulta desesperante que futbolistas tan catalogados y galardonados no se tomen sus citas en el torneo doméstico con el rigor y el entusiasmo con el que algunos currantes consiguen ser en sus empresas el Empleado del Mes. Cuesta entender que tras una semana de vacaciones y con cuatro entrenamientos serios en Valdebebas no saltasen al Estadio de la Cerámica con el cuchillo entre los dientes para sumar tres puntos que le daban la vida. Pero la ilusión se extravió entre agujeros defensivos que supo aprovechar un hombre que se merece el pasillo que el Villarreal (en un gesto señorial que le dignifica como club) le hizo al tricampeón del Mundo antes de empezar la contienda. Les hablo de Santi Cazorla...

Lección de vida. Este asturiano es pequeño de tamaño pero gigante como ser humano. Durante dos años se tuvo que olvidar de ser lo que es, un magnífico jugador de fútbol. Pero supo comerse el dolor, las sesiones en solitario, el ostracismo y la sensación de que te miren como una reliquia del pasado. Esperó su momento, volvió a casa y demostró que no era un acto de caridad. Era una apuesta ganadora. Su doblete al Madrid le dignifica y sirve de ejemplo para muchos otros que se creen en la cumbre del fútbol cuando todavía están en las faldas de un ochomil. Cazorla, que nació en Lugo de Llanera (Asturias) hace 34 años, firmó un empate que chafó las resquebrajadas ilusiones de un aspirante al título que está en otra cosa...

Bien Karim. Entre tanta sombra surgió una luz en el peor momento (tras el 1-0 de Cazorla). Tras una buena asistencia de Lucas, surgió Benzema para sellar el empate y evidenciar que es otro esta temporada. Karim suma 12 goles en 26 partidos. Los mismos que metió el curso pasado... ¡con 21 partidos más jugados! Ya acumula 204 goles de blanco (en 439 encuentros). Una lástima que no pudiese rematar su noche con esa contra de Lucas que suponía el 1-3, pero el jabato gallego no le vio y se topó con Asenjo...

Marcelo, así no. Le adoramos cuando ataca y nos muestra su repertorio de caños, paredes, sombreros, pases y todo tipo de virguerías imaginables. Pero en tareas defensivas empieza a ser una rémora para el equipo. Su pasividad en los dos goles del Submarino son dos síntomas de su incuestionable declive en la tarea que se le pide por concepto: defender.

Desilusión. Pasé las horas previas al frustrante empate de Vila-real con los amigos de la futura Peña ‘La Mancha Blanca’ de Villarrobledo (Albacete). Madridistas de museo que no se merecen esta decepción. Me temo que no será la última...