Contra el desierto del fútbol

Desierto de fútbol

El catolicismo futbolístico español se prolonga en la época aconfesional, cuarenta años después de aprobada la Constitución. Así es la vida civil, va lenta. Y el fútbol sigue contagiado de la obligación de guardar silencio en estas fechas tan señaladas, como diría Juan José Millás. Estas vacaciones del fútbol suponen un paréntesis insólito si se compara con lo que sucedería con un parón así en periódicos o carnicerías. Pero el fútbol es así, mandado por mentes que han hecho de los paréntesis un oficio, como si el fútbol no tuviera, entre semanas, los descansos que todo trabajador reclama. 

Para que juguemos

¿Sed de fútbol? Este es un deporte que crea adicción, pasión también por juntarse. Con otro propósito, esa canción de Alejandro Sanz que cito hoy alude a la soledad en la que los juegos quedan en sombra y ha de venir la Luna en nuestro socorro. A LaLiga española la desposeen de competición y desenchufan a niños, a jóvenes y a muy adultos de un juguete capital de sus vidas: el deporte del fútbol. Las televisiones se llenan de repeticiones y de estadísticas. Hay tantas cadenas haciendo lo mismo que me temo que un día esas tres edades, niños, jóvenes, muy adultos, se saturarán de tanto fútbol en lata. 

Auxilio inglés

Ha venido a limitar la sequía el fútbol inglés, en cuyas tradiciones no está la de parar por Navidad. Los ingleses son en su mayoría protestantes, tienen del trabajo un alto concepto, y también de los derechos laborales, pero no juntan las vacaciones como si fueran a parar el país. Tampoco paran el fútbol. Por eso vi, por ejemplo, un estupendo Liverpool-Arsenal, Klopp y Emery frente a frente, la inteligencia frente al entusiasmo. Ganó la inteligencia. 5-1. Klopp aporta al fútbol inglés sosiego y bravura. A Emery lo desbordó también por entusiasmo. Pero ninguno paró hasta el final, como si fueran a cero. 

Lenguaje corporal

En algo me fijé en la relación de estos entrenadores con sus futbolistas. Los abrazan, los tocan, los quieren, les riñen. No sólo gesticulan ante los árbitros, se sienten parte del juego, y miman o se sobresaltan como si fueran aficionados a sus respectivos equipos. Contrasta con esta tendencia de los entrenadores de los grandes clubes (Cholo excluido) que parecen asistir a un consejo de administración mientras se juega el partido. Klopp estuvo dando indicaciones y animando futbolistas hasta el 5-1 y más allá. Y Emery aún hizo cambios, abrazando al que entraba, como si el partido fuera a empezar. Eso me gustó. 

Como niños

La otra excepción en el desierto futbolístico ocurre tradicionalmente en Arona, Tenerife, donde José Ramón de la Morena mantiene un campeonato de mucha enjundia. Reúne a promesas de todo el mundo, adscritas a grandes clubes, que serán (como lo fue Iniesta, entre otros) estrellas del fútbol. Imposible concebir una mejor escuela, bajo el sol benigno del sur, en el filo del fin de año. Ganó el Madrid ante el Inter, después de una riña saludable que acabó en prórroga y luego en penaltis. Son niños, se juntan para aprender y competir, y se saludan como antiguamente, sabiendo que pudo ganar cualquiera. Aunque pierdan, ya van ganando. 

Valladolid-Andorra

El fútbol es un negocio que se sigue jugando con la pasión de los niños. Pero es un negocio. Si no se entendería mal que Piqué se haya quedado como empresario del Andorra y que alguien tan alejado de Valladolid como el brasileño Ronaldo adquiera los derechos del equipo de Delibes. Piqué es un gran futbolista en activo, y Ronaldo fue uno de los grandes delanteros del mundo. Fueron niños que aprendieron en escuelas y en clubes como los que ahora son suyos. No sólo garantizan la continuidad de una industria: es que ellos son el alma de la industria. Tendrían que ayudar a que el fútbol no se pare por Navidad.