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TOMÁS RONCERO

Una noche mágica en el Bernabéu

Ni una mala palabra, ni un mal rollo. Fue una convivencia pacífica y sentida de dos aficiones que nos tenían a bastantes españoles en una zona neutral.

Disfruté como un niño allá arriba, casi en el cielo del Bernabéu. Me compré una entrada de las más económicas (80 euros) para poder ver el River-Boca con el espíritu adolescente con el que disfruté en los años 80 con las inolvidables noches europeas del Bernabéu. Por eso cogí entrada del famoso Gallinero. Ahora ha mejorado mucho, eso sí. Todos estábamos sentados y al estar techado estábamos protegidos del frío de diciembre. Pero me encantó verme allí mezclado con los hinchas de River y Boca. Su convivencia fue ejemplar. A mi lado había un matrimonio con sus camisetas de Boca que vibraron con el gol de Benedetto. Pero es que justo en la fila de adelante estaba una pareja de River en la que el marido guardaba un silencio sepulcral. Su cara mostraba un silencio atroz. Pero cuando marcó el empate Pratto se tiró dos minutos gritando el gol con el corazón, hasta quedarse afónico. Todos fueron miradas cómplices de comprensión. Ni una mala palabra, ni un mal rollo. Fue una convivencia pacífica y sentida de dos aficiones que nos tenían a bastantes españoles en una zona neutral que no hubiera hecho falta en cualquier caso. Todos fuimos a disfrutar con un partido que sabíamos que sería histórico por sus condicionantes. Fue una fiesta del fútbol. Que vivimos en paz y sin nada que ensombreciera la fiesta. Todo lo auténtico pasó en el ‘pasto’. Como debe ser.

El Bernabéu ha quedado para siempre engrandecido por su leyenda como escenario idóneo para eventos de este calibre. LA ORGANIZACIÓN FUE DE 10 Y DE 11 LA ACTUACIÓN DE LA POLICÍA PARA EVITAR QUE HUBIESE EL MENOR INCIDENTE. Como bien decía la portada de AS de este lunes: Ganó River, ganó Madrid. Impecable.