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Madrid, capital de la paz

Libertadores

Esa frase de Guillermo Altares, nieto de la guerra, compañero de El País, escritor, empieza así: "Durante más de medio siglo, Madrid ha querido olvidar…" Ahora la Constitución cumplió cuarenta años, es una ley veterana. Madrid representa esa historia de España que tal ley quiso coser; y, aun con dificultades, este país es otro. Hasta el punto que es, también, capital mundial del fútbol. La Copa Libertadores se dilucidó ayer aquí. No era fácil elegir para tremendo encuentro difícil, Madrid es una ciudad dispuesta. Lo fue para tratar de arreglar el conflicto en Oriente Medio, cómo no se iba a abrir a un Boca-River.

Alegría y dolor

En la historia a la que alude Altares en su libro (lo subtitula Viajes por la historia de Europa, está lleno de latidos humanos de su autor), Madrid fue sucesivamente capital de la gloria, del dolor y de la esperanza; y así lo vieron Paul Eluard, Rafael Alberti y Juan Eduardo Zúñiga. Ahora es una ciudad confiada, que estrena Gran Vía para los paseantes y que se ha puesto a prueba con el gran clásico argentino. Madrid es también una capital argentina; aquí nadie es extranjero, lo dice un canario, y mucho menos lo es un argentino. En el pasado Madrid también ha sido solidario con el dolor argentino.

Abrazo al otro

Entre los hallazgos del, para mí, mejor escritor argentino, Jorge Luis Borges, está la figura del Otro, que surca sus narraciones como un perseguidor amable o asombrado. Madrid fue una de sus grandes ciudades. Tuve la oportunidad de pasearlo por estas plazas y por sus hoteles, y aquel hombre vivaz tenía un recuerdo de cualquiera de esos sitios. En el Palace quiso redescubrir el amarillo que se filtra por la cúpula. Era un ciego visionario. Pues ese Otro es una lección para el fútbol: no hay partido sin el Otro. Boca y River lo saben ya, ojalá. Su largo viaje merece el olvido de rencores viejos.

Lección de Pep

El fútbol es un tango que termina bien, o debe terminar bien. Vi el Chelsea-City, gran rivalidad. El perdedor, Guardiola, se fue a la cancha a abrazar a los ganadores. Fue un viaje, no es fácil hacerlo: perder te deja los dientes fríos. Sólo se supera ese resquemor si haces el viaje hacia el que te ha vencido. El Otro abraza al Otro. Y ese viaje lo hizo Pep. Su primera derrota en la Premier. Uno a uno, fue buscando las caras de los que lo habían vencido, y a todos les rindió un tributo insólito. Fue dejando atrás a los suyos (entre ellos, a Pedro) y no paró hasta que le dijo felicidades a todos los contrarios. Algo así pasó en Cornellá.

Firma de Messi

Un jugador del Espanyol se acercó a Messi para quedar. Seguramente querría, firmada, su camiseta. Tras el Espanyol-Barça no pasó sólo eso: Granero se paró a hablar un rato con Piqué. Compartían, por lo que deduje, las distintas impresiones sobre un partido desigual. Buen clima en ese periodo pospartido que suele ser de caras largas y de malos modos. Algo debió pasar, y no sólo el resultado: la impresión es que ya la cancha no recibe de grado las órdenes del graderío, y por eso solo se repitió en sordina la lamentable escena de gritos contra la familia del central azulgrana y nadie en el terreno siguió esa jugada.

Equipos gemelos

Valencia-Sevilla. El Valencia en horas bajas. Me fijé en Marcelino, tan sensato, tan rabioso sin embargo con su equipo y con los árbitros. Su equipo no le responde. El Sevilla está más hecho, es peligroso, llega en seguida. El Valencia va al ralentí. El 0-1 lo paralizó. El público estaba fuera de sí, hasta que llegó el empate como agua bendita para Marcelino, lo vi reír por primera vez en 90’. En el fútbol se pasa del dolor a la gloria en un suspiro. Un empate no es una victoria, pero atenúa el sabor a derrota que el Valencia vive desde hace rato. Y al Sevilla esta media victoria le supo a vacío.

La frase

"Madrid ha querido olvidar la guerra, aquel momento [en que] fue la capital del dolor, pero también del olvido"

Guillermo Altares, Una lección olvidada (Tusquets)