La épica se impuso al juego
El partido fue una nueva pedrada al fútbol, porque, reconozcámoslo, el duelo fue malo de solemnidad en el aspecto futbolístico, pero ante la falta de juego, se vivió una final épica en el alargue, cuando Quintero puso por delante a River y Boca, en inferioridad numérica, hizo un canto a la heroicidad que compensó el atentado futbolístico de los primeros 90 minutos. Con el portero Andrada subiendo a rematar los saques de esquina a falta de cinco minutos y jugando los últimos instantes de la final con nueve futbolistas por lesión de Gago, Boca hizo de tripas corazón entre rampas, agotamiento y rabia en un ejercicio tan bello y emocionante como inútil.
La tuvo Boca en una carga desesperada cuando Jara disparó al poste y forzó un saque de esquina que en el contragolpe, ya sin portero, sirvió para cerrar la final más cruel para Boca. La épica se impuso en una prórroga para recordar.