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Desear cosas imposibles

La sociedad te empuja al éxito precoz y el deporte no es una excepción. El tenis lanzó (sin red) al estrellato a Hingis y Seles con 16 años, incluso el golf aupó a Michelle Wie cuando se clasificó con sólo 10 para el USGA amateur. Las marcas se las rifaban. La presión de ser la próxima niña prodigio, en un terreno generalmente masculino, obliga a muchas mujeres a brillar rápido o caer a un destierro prematuro. "Eres demasiado mayor...", como una puñalada entre las costillas. Sandra Sánchez perdió la cuenta de las veces que le dijeron esa frase para que arrojase la toalla con el karate. Quizá sin malicia, sólo con un paternalismo o maternalismo mal entendido, para que no se hiciera daño persiguiendo un imposible, llegar a la élite. La talaverana no fue campeona de España de katas hasta 2015. Tenía 33 años y llevaba 29 de ellos en el tatami...

Antes había tenido que emigrar a Australia (donde vivía dando clases) y Dubái. Después llegarían los oros mundiales. Su gran rival en el ranking, la japonesa Kiyou Shimizu, tiene 24 años y fue campeona mundial con 21, antes de que irrumpiese Sandra. La nipona es el rostro de la superpotencia que acogerá el karate en los Juegos en 2020. Sandra nada contra esa corriente con su técnica exquisita, un entrenamiento espartano (busquen sus vídeos en YouTube saltando de roca en roca), una mirada al competir que derrite el hielo y una tozudez que no entiende de fechas de nacimiento. Lección, de empoderamiento y constancia, para toda niña y niño que quiera ser deportista. Sandra deseó un imposible, o lo que le decían que era un imposible, y logró ser la mejor de la historia en su especialidad. Nunca es tarde.