Verde destiñe el liderato blanquiazul

Verde traidor. Cuando el Espanyol ya se veía líder y pasando la mejor noche de los últimos 20 años, dejando a un lado las finales de Copa y UEFA y algún que otro momento idílico, un tiro de Verde le despertó en un segundo. El balón impactó en la red y al mismo tiempo en los corazones de los pericos, asombrados, incrédulos por cómo la oportunidad se había escapado en el minuto 91; de un plumazo, después de una primera parte en la que el equipo de Rubi pudo sentenciar el duelo y de una segunda en la que vivió agazapado, defendiendo el 0-1. Un mal de altura, un mal momento o simplemente un mérito del Valladolid, que dominó sin sufrir y sin pegada, con una presión asfixiante... Y le bastó para sumar.

Un paso atrás. El empate convierte al Espanyol en colíder del campeonato, un sueño en la décima jornada. Pero el gusto del partido no fue el mismo que en otros duelos. El conjunto perico se olvidó del juego y decidió refugiarse en el resultado, también con la entrada de Óscar Duarte (por primera vez se juntaron tres centrales en el campo) y con el comportamiento del equipo, que replegó hasta su área y apenas se relacionó en el segundo tiempo: el Valladolid tuvo un 63% el balón después del descanso. En esa pérdida de posesión se explicó el crecimiento vallisoletano.

La varita de Borja. Y eso que en la primera mitad el Espanyol demostró porque en ese momento era el equipo dominador de LaLiga. Solventes en defensas, eficaces en su juego por dentro y por fuera, letales en la presión y con un estilete como Borja Iglesias, que tiene una varita mágica en su pierna derecha. Con tiempo y espacio para pensar, su derechazo rozó la excelencia en la ejecución. El gallego ya acumula cinco goles y el desahogo que encontró el equipo en sus botas es impagable.

El punto y la ‘í’. El socio de Borja fue en esta ocasión Melendo, la sorpresa en el once. El punto y la ‘í’ (de Iglesias) del Espanyol, ambos se fundieron en un abrazo y se intercambiaron sonrisas. El canterano blanquiazul recuperó balones y ayudó a la creación del juego, pero se evaporó en esa segunda parte más defensiva del conjunto blanquiazul. Rubi se resignó a la suerte del partido y sacó jugadores de perfil defensivo, ante la imposibilidad blanquiazul de recobrar su identidad.

La historia. La oportunidad perdida del liderato es una metáfora de la historia perica, de ese CASI (en mayúsculas), de probar la miel pero sin poder degustarla. Pero es bueno aprender de esa historia, pues también ofrece lecciones. El Espanyol siempre se ha levantado de ese tiro al palo y ha vuelto a disponer de ocasiones para redimirse. Ha subido la montaña mil y unas veces como el mito de Sísifo, y seguro que, si mantiene esta línea, volverá a encontrarse situaciones únicas en esta Liga.