Manu García, no podía ser otro
No podía ser otro. Manu García aprovechó un remate en primera instancia de Rubén Sobrino y culminó una jugada para la historia. Hacia 87 años que el Alavés no ganaba en Liga al Real Madrid en Mendizorroza. Aquel 2-0 con goles de Albéniz a Zamora no estaba en ninguna retina. O en casi ninguna. Hay que tener casi 90 años para haber presenciado aquel partido.
Manu García lo estaba pasando mal. Es el jugador veterano, el local, el de casa. Cuando era niño iba a Mendizorroza con su padre, Alejandro. Estuvo en el equipo en Segunda B, Segunda y lleva ya tres años en Primera. Es el primer capitán por delante de Pacheco, Laguardia e Ibai Gómez. Pero no estaba jugando. La llegada de Brasanac lo ha desplazado a la suplencia. Wakaso se reivindica todos los fines de semana con su intensidad e incluso Tomás Pina le había ganado la partida tras salir de una lesión de una rotura de fibras. Estaba sufriendo pero no decía una palabra más alta que otra porque es un gran profesional y, entre otras cosas, se suele encargar de generar un buen ambiente en el vestuario albiazul.
Para eso ha sido renovado también este verano por dos años con opción a un tercero. Por eso su gol tiene un valor especial. Lo tenía que meter él y lo hizo. El jugador de casa, el futbolista implicado, el que siente la camiseta como nadie. El sucesor de Albéniz 87 años después.