De la 'jet set' al barrio de Vallecas
La mística. Vallecas y su mística, los aledaños repletos de gente del barrio y los bloques de pisos como fondo pintoresco, bajó a la tierra al Espanyol más galáctico, el que había levantado los elogios de media Liga por su juego, el que estaba a una victoria de dormir colíder del campeonato en la jornada séptima. Buena señal que los de Rubi no aplaudan un punto ante el Rayo: algo ha cambiado. Esta noche, el equipo perico fue poco dominante, tuvo menos presencia de su mediocampo y de su ataque, como si el cable que tan bien ha unido a las tres líneas de juego se hubiese cortado en la noche madrileña. La corriente no pasó de Marc Roca, desconectados Baptistao e Iglesias, apagado Sergio con el paso de los minutos.
El fusible. El único fusible que funcionó fue Dídac, insistente por la izquierda todo el encuentro, con un motor eléctrico que no se consume. También fue protagonista en su área con la acción del penalti, claro en directo, (muy) dudoso en la repetición; y en el posterior remate de cabeza que, incomprensiblemente, no entró en la red cuando estaba solo a tres metros de la portería. Los motores eléctricos también se agotan. Y quizás el lateral llegó exhausto en su maratón habitual.
Personalidad. Pero aunque el resultado no fue el deseado, ni tampoco el partido, existe en el Espanyol una atmósfera que lo convierte en peligroso incluso en sus días más aciagos. Ocurrió tras el 1-0: salvo el día del Bernabéu, por segunda vez este curso el rival se puso por delante. Y, lejos de suponer un golpe, se convirtió en un trampolín. El Espanyol empezó a merodear el área rival y Borja sumó su segundo tanto tras otro remate de Hermoso, el central con alma de delantero, que incluso evitó el 3-2 del Rayo bajo palos. Granero se unió también con el 1-2. Un central, un mediocentro y un delantero son los máximos goleadores pericos: el triunfo del colectivo, pues todos presionan, defienden, juegan y marcan. El mejor jugador es el equipo, vaya.
Ataque débil. En los minipartidos, Raúl de Tomás, pretendido por el Espanyol, igualó con Borja Iglesias. Ambos son distintos, pero acumulan dos tantos en LaLiga. Quien se marchó silbado fue Leo Baptistao, ausente de nuevo en Vallecas, estadio en el que presentó como un joven delantero prometedor hace ya unas cuantas temporadas. El Espanyol necesita sus goles, como los de una delantera que por el momento ha estado falta de puntería, nunca de arrojo, pero anoche también de juego por dentro.
La ciudad liguera. El partido de Vallecas demostró que solo la excelencia puede llevar a los de Rubi a seguir arriba, con los equipos de la jet set. No vive el Espanyol en la opulencia, y también debe bajar al barrio de vez en cuando, donde se gana el respeto de verdad. Vallecas o Vitoria son un ejemplo de la competitividad de la ciudad liguera. Es la clave.