Muñiz unió a un grupo destrozado
El gran comienzo del Málaga no es casualidad. Juan Ramón Muñiz ha conseguido unir a un grupo que la pasada temporada estaba fragmentado y diluido por situaciones lejanas al bien del equipo. El descenso fue tan vergonzoso y la sensación de pasotismo y relax tan sonrojante que el primer objetivo obligatorio era detener la caída. José Luis Pérez Caminero, en estrecha colaboración con el entrenador, ha aplicado una profunda cirugía en tiempo récord para formar un colectivo solidario ajustándose al estricto límite salarial. No es fácil bajar de 53,6 millones de euros a 25,2. Los ingresos por televisión se rebajarán. De 55,6 millones de euros a menos de 20. La ayuda o seguro por el descenso (19,3 millones de euros) está fenomenal. Pero no ha impedido la nueva realidad. El Málaga se ha apretado el cinturón más que nadie en la categoría de plata. Esa es la realidad. Echen cuentas.
El inmejorable arranque ha hecho que Muñiz ahora sea el ídolo de aquellos que corearon en La Rosaleda en junio de 2010 el recordado “¡ahora más que nunca, Muñiz vete ya!”, tras sellar una milagrosa y agónica permanencia en Primera empatando (1-1) con el Real Madrid. Aquel Málaga tenía el segundo presupuesto más bajo de la categoría (25,7 millones de euros) y tuvo que recurrir a diez chavales filiales. La primera decisión de Al Thani, tras comprar el club, fue despedirle pese a que tenía otro año de contrato. Los mismos que entonces aplaudieron aquel cese populista son los que ahora están ufanos y gozosos porque han descubierto lo bueno que es Muñiz. La vida.
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