Saúl personifica el cambio

Sólo un partido ha sido suficiente para vislumbrar una España diferente. El concepto general no difiere en exceso al patrón que la ha definido en la última década, pero sí parece haber una intención clara por verticalizar el juego y arriesgar las posesiones en base a una vocación más agresiva con balón y menos controladora. La apuesta de Luis Enrique por Saúl, bendecida con una actuación destacada del mediocentro del Atlético, personifica el nuevo rumbo. Su dinamismo y despliegue, identificados en sus rupturas interiores y llegadas desde atrás, ofrecieron profundidad y mayor presencia en zona de ataque, condiciones que la Selección nunca tuvo en el Mundial de Rusia.

Asentado en un 4-3-3 en fase ofensiva y en un 4-1-4-1 en fase defensiva, España recurrió a los movimientos de sus interiores para doblegar la estructura de Inglaterra. Tanto Saúl como Thiago irrumpieron por dentro como posibles receptores. Con Isco y Rodrigo abiertos, aunque el malagueño tomó el pulso al partido en lugares más centrados, ambos disponían de espacio para aparecer. La actitud procuró la acumulación de más hombres por delante de la línea del balón y envalentonó la idea de juego de España, más punzante e impredecible. Los de Luis Enrique contaron 11 remates y 25 ataques peligrosos a su favor. La autoridad física de Saúl también cooperó en el repliegue y protegió a Busquets (ocho balones robados). Su actividad, con todo, no alcanzó para despejar la incertidumbre defensiva que atacó a la Selección en distintas fases del encuentro. Wembley contempló a una España más enérgica, poco parecida a la que jugó a cámara lenta en Rusia. El símbolo fue Saúl

La ruptura de Saúl

Isco tiene el balón en banda y el mediocentro decide arrancar para mostrarle una línea de pase a la espalda de la medular inglesa.