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Cristiano: al final el lobo sí vino...

Todos los que, durante el tiempo transcurrido desde aquella inolvidable presentación en el Bernabéu, nos habíamos acostumbrado a ver de cerca a este genio, no podemos dejar de sentir un enorme vacío, un profundo sentimiento de orfandad difícil de explicar, incluso los niños que no van a saber muy bien qué hacer con una camiseta que había sido su mejor regalo. Sobre ella derramarán sus lágrimas sin comprender semejante faena.

Los mayores tampoco lo saben muy bien; cierto que en los últimos veranos hubo en el ambiente un cierto aire de amenaza pero, como el lobo nunca vino, se llegó a creer que, como antes, también esta vez todo se solucionaría. No ha sido así, entre uno que quería irse y otros que quizás no hayan hecho todo lo que podrían para hacerle cambiar de opinión, se fraguó un adiós que deja a todos, incluyendo la Liga española, más pobres.

También en Portugal la marcha de Cristiano ha creado un sentimiento de cierta frustración. Tenerle en Madrid era como tenerle en casa, al alcance de la mano, como si el Madrid fuera uno más de la liga portuguesa y al que todos querían ver ganar. Italia está más lejos y habrá que acostumbrarse a verle luciendo otra camiseta, pero su figura es tan grande que todos los que le admiran siempre estarán pendientes de lo bueno que nos pueda ofrecer.

Es cierto que otros grandes jugadores, empezando por Alfredo Di Stéfano, también se fueron y el Madrid no ha dejado de crecer, pero seremos muchos los que pensamos que es una pena que el mejor del mundo no pueda terminar su carrera en el mejor club del mundo. Sólo queda desear a Cristiano que sea muy feliz, y seguro que lo será más, cuanto menos sufran por su ausencia tanto el Madrid como su afición.