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Mbappé, un amor a lo Ronaldo

No sé si les pasará a ustedes, pero tengo la impresión de que las nuevas generaciones crecen demasiado rápido, se desarrollan de forma desbocada. Ya he desechado la teoría de que en el desayuno les dan doble ración de Petit Suisse. Serán las hormonas de los alimentos procesados. El caso es que conozco niños de 13 años que amenazan ya con dejarse un bigote perfilado, chavales con cuerpo de un hombre que ha bautizado ya a tres hijos, e incluso hay alguno con más hambre que vértigo que tiene el arrojo de entrar en casa ajena para golpear la mesa donde comparten filete y Balones de Oro Cristiano y Messi.

Con el descaro y el ímpetu que le otorgan sus insultantes 19 años, Mbappé dejó, hasta el momento, la mayor exhibición de un jugador en el Mundial de Rusia. Un recital que dejará marca en la memoria de los mundiales. En primera instancia por la exuberancia de su juego. Se presentó con una prodigiosa carrera que dejó en jirones a Argentina y en cueros a Rojo, que le derribó en el área cometiendo penalti. Después, se descamisó y marcó un doblete que devastó a la Albiceleste. Y en segundo término, porque esa puesta de largo en este Mundial la hizo ante Messi, a quien le sacó el billete de regreso a Argentina. Estos jóvenes ni economizan esfuerzos ni tienen respeto por las arrugas.

Como en este país amamos las etiquetas (en lo digital y en lo personal), cada vez hay más gente que ve en Mbappé al nuevo Ronaldo Nazario. La zancada que rompió a Argentina recordó a la de aquel Ronaldo en plenitud que deslumbró en el Barça. No soy partidario de poner ese tipo de sellos pues en el desguace del fútbol podemos encontrar a tres futuros Pelés o a varios sucesores de Maradona, pero no se pueden negar los parecidos: velocidad, potencia, voracidad, desparpajo e inteligencia táctica. Posiblemente, el asombroso partido de Mbappé haya sentado de inmediato a Jorge Valdano en una mesa para fabricar alguna de sus metáforas...

Ronaldo fue una debilidad de Florentino y Florentino pudo echarle el lazo el año pasado a Mbappé. Tras el show del delantero francés me gusta imaginar al presidente del Real Madrid, con las gafas en la frente y la calculadora en la mano, analizando las cuentas del club en busca de financiación. Después cogería un avión privado, se presentaría en la concentración de la selección de Francia en Rusia y trataría de convencer al jugador con algo así como un “no fue por ti, fue por mí, quiero volver a intentarlo”. Es improbable, pero partidazos como el de esta tarde justifican cualquier gesto y gasto. Y quién sabe, tal vez a Mbappé le devolviera el guiño, le tendiera la mano y se lanzara al compromiso. El amor es imprevisible. Sobre todo en la adolescencia.