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Un final que había empezado a acabarse mucho tiempo antes

Se acabó Rusia 2018 para la selección argentina. Y se acabó, muy posiblemente, el sueño de ganar un título para toda una generación de jugadores que, liderada por Lionel Messi, arañó con los dedos la gloria hace cuatro años y esta vez se quedó muy lejos. Francia la despidió perdonándole la vida, dejando que un resultado decoroso disimule las enormes diferencias que se vieron sobre el césped del Kazán Arena.

Todo lo planificado por Jorge Sampaoli y sus jugadores se demostró ineficaz, erróneo. Empezó a desmoronarse con la primera carrera del incontrolable Mbappé y terminó de venirse abajo en la ráfaga de 13 minutos del segundo tiempo que llevó del 2-1 al 2-4.

No funcionó la idea de ubicar a Messi como falso 9, porque los franceses lo encerraron y aislaron con una red que funcionó a la perfección. Matuidi, Kanté, Umtiti y hasta Griezmann se turnaron para impedir que el resto del equipo lo encontrara, obligando al 10 a bajar al círculo central si quería tocar la pelota. Ni Banega ni Enzo Pérez fueron ruedas de auxilio válidas y la carencia de una estructura de juego aceitada quedó expuesta de par en par.

Pero además, Pavón jamás logró un desborde o un centro con cierto peligro y Di María solo se iluminó con ese remate “de otro partido” que se colgó de un ángulo. Durante todo el torneo, Argentina tuvo mucha mayor facilidad para hacer goles que para atacar con criterio. Ninguno de los seis convertidos fue producto de una jugada de equipo.

Las deficiencias defensivas hicieron el resto. Croacia marcó tres goles, Francia cuatro. El 1-6 ante España en marzo no había sido un espejismo. La historia se acabó en Kazán. En realidad, había empezado a terminarse muchísimo tiempo antes.