Un World Padel Tour más igualado y con más sorpresas
La irregularidad de los números uno, la falta de hegemonía en el ranking y las constantes sorpresas han compuesto un inicio de año diferente.
Con cinco torneos regulares en su haber- cuatro Opens y un Máster- y dos Challenger disputados, el World Padel Tour 2018 ya ha recorrido un cuarto de su camino. Una pequeña muestra en forma de inicio de temporada que, contra todo pronóstico, ha fomentado la ruptura de la hegemonía del ranking igualando las eliminatorias y fomentando las sorpresas.
Porque el amante del pádel, el asiduo a los directos y la grada del World Padel Tour, estaba acostumbrado a ver un guión casi prestablecido en cada torneo copando las plazas de los cuartos de final las mismas parejas y dándose, casi siempre, los mismo resultados. Los cabezas de serie y las duplas más fuertes llevaban años siendo protagonistas de las jornadas de viernes, sábado y domingo y, rara vez, se daban las sorpresas.
Pero esto ha cambiado. Al menos, de momento. Cada torneo, cada partido y cada eliminatoria en este 2018 son susceptibles de tornarse en sorpresa y pocas son las parejas favoritas que se han visto libres de un susto antes de tiempo. Por ello, vamos a analizar cuáles son los motivos que han llevado a este World Padel Toru a ser el más democratizado de los últimos años:
La irregularidad de Belasteguín y Lima
No es un secreto a voces, Fernando Belasteguín y Pablo Lima no pasan por el mejor momento de sus carreras deportivas. Como pareja, nos tenían acostumbrados al imposible constante de la gloria. Como individuos, a la excelencia. Con un 90 por ciento de efectividad en su caminar como dupla, en rara ocasión les habíamos visto pasar por un mal momento continuado.
Tras un inhabitual inicio en Barcelona –cayeron en semifinales ante Lebrón y Belluati- consiguieron imponer su estatus habitual en Alicante logrando una agridulce victoria tras la lesión en la final de Stupaczuk. Pero, de nuevo, todo se vendría abajo. Esta vez, por lesión.
En los días previos a la cita de Zaragoza, la tercera de la temporada, el de Pehuajó anunciaba su baja del torneo por una lesión en el codo – epicondilitis-. Apenas quince días después, en Jaén, la cuarta del curso, caían por primera vez ante Lamperti y Mieres en cuartos de final. Y, en la quinta, en Valladolid, caían con estruendo ante Chico Gomes y Federico Quiles en octavos de final.
Una concatenación de malos resultados y sensaciones que, de momento, ha acabado con su incuestionable hegemonía en el ranking, poniendo en entredicho su actual liderato del Circuito y democratizado la victoria final en los torneos.
Las alternativas son reales
En temporadas anteriores, no había alternativa real al cambio. Solo Paquito Navarro y Sanyo Gutiérrez mantuvieron una carrera casi suicida por acariciar el número uno y eso acabó por desgastarles.
Pero, este curso, son varias las parejas que se han posicionado. Si bien, no como candidatas reales a arrebatar el trono a Belasteguín y Lima, sí como eternas candidatas a alcanzar las cotas más altas.
Sanyo y Maxi, sin duda, son los que por derecho se han ganado estar ahí. Con tres de cinco títulos y cuatro de cinco finales, son más realidad que ficción. Se unieron en primera instancia para disfrutar en la pista, pero los resultados les han demostrado que están en condiciones de pelear por algo más.
Y, por detrás, la terna de candidatos es amplia. Ale Galán y Matías Díaz –un titulo- Paquito Navarro y Juan Martín Díaz –dos finales-, Stupaczuk y Cristian Gutiérrez –una final- y Lebrón y Belluati –una final- han demostrado que su nivel es mucho mas alto de lo que muchos pensaban.
La ruptura de la barrera de los cuartos de final
Y es que, no hace tanto, en este blog se analizó esta misma cuestión. Durante muchos años existía una barrera imaginaria entre los octavos y los cuartos de final con la que se topaban las parejas de menor ranking.
La jornada de los viernes parecía reservada para las parejas más fuertes del Circuito y, solo en alguna sonada ocasión, conseguían una plaza las parejas denominadas como revelación. Pero, eso, parece haber cambiado.
En esta temporada han sido varias las sorpesas y sonadas las eliminaciones de los favoritos. Jardim y Tapia en Badalona, Piñeiro y Lahoz en Alicante, Campagnolo y Bergamini en Zaragoza, Lijó y Grabiel en Jaén y Gomes y Quiles en Valladolid han demostrado que ya no existen rondas fáciles y que el nivel de estas parejas cada vez es más elevado.
Los Challengers van cobrando sentido
Porque, aunque lo tenían como formato, no tenían eco alguno a lo largo del curso. Pensados para dar oportunidades a las parejas que menos habituadas están a saborear la gloria, ha sido este 2018, con sus dos primeras citas en Madrid y Lisboa, cuando han demostrado el porqué de su existencia.
Y es que tras las citas de Madrid y Lisboa, las parejas semifinalistas, finalistas y ganadoras han sido las mismas que mejores resultados han cosechado en el resto de torneos. Dos torneos para acercar la victoria a esas duplas que pasan por el un estado de gracia en el año y que han protagonizado grandes actuaciones.
Los Ruiz y Botello, Grabiel y Lijó o Méndez y Ramos son el fiel reflejo de que los buenos resultado en los Challengers no son flor de un día y sí una continuación de su caminar por el resto de torneos.