La selección argentina pudo haber asistido hoy en Nizhny Novgorod a la función final de una generación de futbolistas que será difícil repetir. Es verdad que aún queda un partido por jugar en el Mundial, y que así como en su día este equipo se coló por la ventana en Rusia2018, también podría hacerlo en octavos de final, carambolas mediante. Pero la imagen y las sensaciones son otras bien diferentes, son las de un ciclo acabado.
El lapidario 0-3 ante Croacia terminó siendo un reflejo cabal de cuatro años de gestión lastimosa , o mejor dicho, de falta de gestión. Pero también de una etapa final donde las dudas y la confusión estuvieron a la orden del día.
Jorge Sampaoli abandonó la cancha desencajado, a los gritos, insultando a algunos integrantes del cuerpo técnico croata, fuera de sí. Era su manera de hacer catarsis, de expulsar la impotencia y la bronca por el desenlace de un proceso al que nunca le encontró la vuelta. Era también la foto de un equipo eliminado, más allá del encuentro del martes ante los nigerianos.
En 13 partidos bajo la dirección de Sampaoli, Argentina nunca repitió un equipo, fueron probados casi medio centenar de futbolistas , se cambió varias veces de sistema y jamás pudo vislumbrarse una línea coherente de juego. El último ejemplo del caos imperante ocurrió la noche del miércoles, cuando el técnico de Casilda se vio de algún modo forzado a confirmarles el equipo a los jugadores, ya que alguno de ellos como Pavón estaba convencido de que iba a ser titular, mientras escuchaba rumores de una alineación diferente.
Al técnico se le pueden achacar errores en la mayoría de las decisiones tomadas. Desde la de apostar por Willy Caballero en el arco, muy expuesta tras su blooper en el primer gol, hasta el cambio de esquema de un partido a otro para acabar jugando con un sistema improvisado y con hombres fuera de sus posiciones habituales.
Pero también es necesario hablar de los futbolistas. Para empezar, de Lionel Messi , que durante los 90 minutos no dio una sola muestra de carácter para rebelarse ante la derrota o el infortunio. Y también de los referentes del grupo, incapaces de manejar el lastre anímico de las tres finales perdidas.
Con esa carga habían llegado a Rusia y en 180 minutos pudo comprobarse que no saben afrontarla. El fallo del penal la tarde contra los islandeses y el error del arquero ante los croatas fueron las últimas piedras colgadas del cuello de un plantel que tiene a la frustración como compañera permanente de viaje.
Falta un partido. Argentina todavía puede colarse por la ventana en octavos de final. Pero cabría preguntarse si realmente vale la pena. La generación más exitosa de las últimas décadas va a retirarse de la selección sin títulos, sin gloria. Frente a Croacia y en una noche triste en Nizhny Novgorod firmó su rendición final.