Cuando no se da con la llave

Fue un partido que nació en una queja. “Es que defienden con ocho en línea”, se comentaba en la redacción. Incluso en dos quejas. “Van a aprovechar cada falta para perder un par de minutos”, decían en la tele. Y con un imposible, que de esos también hay en el fútbol. “Es muy difícil robarles el balón porque no lo tienen”, sentenciaba Camacho en Telecinco. Inapelable. Y entre quejas e imposibles transcurrían los minutos sin que Irán, que había dejado su portería a cero en 15 de los últimos 19 partidos, cediera.

Daba igual si apenas se miraba la portería rival (cinco disparos iraníes por los quince de España), también que la balanza de la posesión se inclinara hasta casi caer (27% por 73%). Sólo en las disputas de balón, los asiáticos ganaban (57% frente al 43% en la primera parte, 51% frente al 49% al final). Y eso, con la orilla del éxito a 45 minutos, reafirmaba a Queiroz y los suyos en su fe futbolística. “Tiene que marcar España porque si no...”., suplicaban en la tele. Y esa frase, al borde del descanso, era la contraria de aquella con la que arrancó el partido, la de que “no hay que querer meter el segundo gol antes que el primero”. La ansiedad te hace perder balones sencillos, devolver paredes a nadie y mirar al marcador más de lo deseado. Un gol de rebote nos dio al fin los tres puntos. A Hierro le costó dar con la llave para abrir el cerrojo iraní. Lo que no sabemos, y esa duda nos quedará para siempre, es si Lopetegui la tenía.