Guardiola y el origen de las prioridades

Se ha escrito mucho estos días sobre el tuit de Puyol y las prioridades del Barça, pero se ha escrito poco del origen de este nuevo debate. El Barça estuvo sin ganar la Copa entre 1998 y 2009 y a nadie le preocupó demasiado el asunto en medio, primero, de la crisis final del nuñismo y su ramalazo final con Gaspart, y luego, de la pujanza del primer laportismo que devolvió la Champions al Barça en 2006. El Madrid, atención, estuvo sin ganar la Copa entre 1993 y 2011. A nadie le preocupó tampoco demasiado mientras ganase la Séptima, la Octava y la Novena. Incluso tuvo un enorme equipo en 2004 que, a las órdenes de Queiroz, se creyó capaz de ganar todo y se quedó sin nada.

El origen de este asunto de las prioridades está en Guardiola que, además de su indiscutible y revolucionario talento como técnico, se encontró una plantilla en la temporada 2008-09 que mezcló juventud, hambre, físico y talento. El Barça era descomunal y Guardiola lo sabía. Por eso empujó a sus jugadores a que consiguieran lo que nadie había hecho en el fútbol español, el triplete, y luego en el Mundial, el sextete. Pero además de tener un buen cuerpo de suplentes (Sylvinho, Keita, Márquez, Busquets, Pedro, el mismo Bojan). Por si fuera poco, Guardiola supo manejar a los veteranos. Henry ni olió aquella Copa (famosa su aparición por el césped de Mestalla en la final diciéndole a una compañera de TVE que buscase a los protagonistas, que él no había jugado). Pero es que a los jóvenes también los dosificó. Messi, al que le faltaba campo con diez años menos, jugó 35 minutos en la ida de la semifinal contra el Mallorca y 32 en la vuelta. Sólo 18 minutos en la vuelta de octavos ante el Atlético…

Guardiola ganó el triplete y el sextete e hizo que las famosas prioridades se resumieran en una: ganarlo todo. El Barça lo volvió a repetir a lomos de un tridente que pasará a la historia. La conclusión es sencilla: el barcelonismo ha abierto el debate sobre las prioridades porque el Madrid ganó la Champions. Si no, estaría feliz con el doblete y pensando en cómo volver a tener aquel maravilloso equipo que sólo conoció una prioridad: arrasar.