TOMÁS RONCERO

Maravilloso viaje con mis ídolos

Era un Madrid al que no le sobraba ni una coma, pero jamás se rendían. El Liverpool sufrió lo suyo en el 81. Y verán el sábado...

Tomás Roncero
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
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La final de París contra el Liverpool la viví (sufrí) en la casa de mis padres. En Carabanchel. Tenía 16 años recién cumplidos. Me mordí las uñas, no entendí que mi Juanito y Cunningham apenas tocasen la pelota, me irritó que no llegaran balones buenos a Santillana, el cazagoles de mi infancia... Mi padre me iba explicando que llevábamos 15 años sin estar en una final de la Copa de Europa y que tenía mucho mérito jugarse el título con el poderoso Liverpool ante el Madrid de los García. Me estaba preparando para la derrota: “Hijo, y encima Benito lesionado”.

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Pero la comida en Casa Juan me refrescó las ilusiones y realimentó mis sentimientos. Estar tres horas junto a los ídolos de tu infancia no es una cuestión baladí. Le pedí a Miguel Ángel que se sentase a mi derecha. De pequeño soñé con ser portero gracias a él y ese inconfundible jersey de color verde. A su derecha, Ángel de los Santos, un volante más listo que los ratones coloraos. Enfrente de mí Camacho, el hombre que anuló a Cruyff. A su lado Del Bosque, el cerebro de ese Madrid corajudo y sin complejos...

Mi Madrid. No ganaba Copas de Europa como el de ahora (y que dure). Pero tenían algo que hechizaba, enamoraba, enganchaba. Ese Madrid acogía en el once a los Garcías (Remón, Navajas, Cortés, Hernández, Pérez...). Currantes que se dejaban la vida en cada jugada, en cada balón dividido. Era un Madrid al que no le sobraba ni una coma, pero jamás se rendían. El Liverpool sufrió lo suyo en el 81. Y verán el sábado...

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