Echar al público la culpa del futuro de Griezmann no tiene sentido
Ahora resulta que los pitido que escucho Griezmann en el Wanda Metropolitano el pasado sábado cuando saltó al campo pueden ser el detonante de su marcha al Barcelona. Es una bacalada que nadie la valora y mucho menos los que estuvieron en el feudo rojiblanco y que saben que apenas fueron mil personas las que protestaron al francés. Todo lo que le pasa al delantero es culpa suya y de su entorno y más si al final es cierto que hay hasta penalización en caso de que no se vista de azulgrana. Es muy bonito que se llame Messi o te prometan más títulos que con los colchoneros, pero la respuesta de Gil Marín le ha dejado al borde del abismo. Ser la estrella del proyecto ganador del cholismo, ganar más dinero que lo que le están ofreciendo en Can Barça y encima la promesa de traerle como mínimo tres fichajes de primera fila para aumentar el potencial de la plantilla y algo que le motiva más. No habría salida alguna y en especial le han asegurado que Oblak seguiría siendo el hombre milagro en la portería del Atlético.
Ahora no vale esconderse y mucho menos buscar excusas. Griezmann que haga examen de conciencia con sus coqueteos con el United, sus citas con el Barça y hasta sus gestos en ocasiones a las gradas del Metropolitano. Ha visto que tiene a la plantilla, técnicos y directivos entregados a su causa y en Neptuno escuchó como la afición le pedía que siguiera en la entidad. No hay que esconderse y decir de forma clara lo que desea hacer. El buen trato que ha recibido el jugador desde que llegó de la Real Sociedad se merece que sea claro en su postura y no vale mantener las dudas y en especial pensando que al final los técnicos tengan que buscar un recambio. Las dos partes se merecen acabar o seguir como amigos.