No hay antibalas en un Mundial

Lopetegui ha dirigido a España en 18 partidos y no ha perdido ninguno pese a varias visitas al dentista (Bélgica, dos veces Italia, Inglaterra, Francia, Rusia, Alemania y Argentina). Y los lectores de AS.com metieron en su lista virtual a 21 de los 23 elegidos por el seleccionador. De la defensa en adelante, los mismos que el técnico. Dos datos cruzados que hablan de un amplio consenso sobre la orquesta y sobre la batuta. Lopetegui le ha procurado a La Roja una transición sosegada, como la que en su día estableció Del Bosque sobre la obra de Luis Aragonés, con un mérito añadido: su predecesor heredó un título y él, dos fracasos consecutivos.

Quienes se mueven en su entorno aseguran que su trabajo en el despacho no tiene horas, que no deja un cabo suelto, que tuvo ocasión de testar a gran parte de los jugadores cuando eran Sub-21. Hasta ahora se ha manejado bien ante la Prensa y no ha cometido ningún desliz en cuestiones de debate nacional (las cosas de Piqué, la ausencia de Morata, la eterna pelea Madrid-Barça, que él conoció en las dos orillas). Pero conviene advertir que nada como un Mundial es capaz de poner de acuerdo a un país durante un mes, que una derrota puede ser un Trafalgar, que es la primera convivencia larga, con el desgaste que acarrea, a la que se enfrenta Lopetegui. Acabó el fogueo. Empieza el fuego real y tiene peligro.