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El Camp Nou ya empieza a echar de menos a Iniesta

Dicen que las piedras no hablan. Es mentira. Dicen que los estadios tiene sentido en las grandes citas, repletos y con el balón en juego. Tampoco es cierto. El Camp Nou es un escenario que sólo parece tener razón de ser cuando está lleno y 22 jugadores se disputan un balón en pos de un objetivo que les hará inmortales, pero resulta que vacío, también regala eternidad. 

Es difícil colmar un espacio gigante cuando está objetivamente vacío, pero al mismo tiempo tan lleno de energía. Es difícil emocionar a una mole de cemento. Pero en la despedida de Iniesta, el cemento empezó a gimotear porque ya empieza a echar de menos al mejor de sus solistas, al más virtuoso del solfeo de una manera de tocar. Al hombre tocado por un don capaz de emocionar a las piedras.

Era un estadio vacío, pero lleno de copas (32), lleno de amigos, lleno de mitos del deporte, lleno de compañeros, lleno de rivales y lleno de recuerdos. Con gente importante para Iniesta, como sus amigos los Estopa, como Josefino, el cocinero que en La Masia le alimentaba, o los hermanos Gasol, que según el maestro de ceremonias del acto, Jordi Évole, perdieron los playoffs de la NBA “para no perderse esto”. Sólo se lo perdieron “Dani Jarque, Tito Vilanova y Johan Cruyff”, dijo Évole ante el aplauso de un estadio que ya empezaba el luto. Y el agradecimiento.

Otros que no pudieron estar, enviaron un mensaje apabullante en un vídeo que emocionó hasta los cimientos del viejo estadio escenario de sus gestas. De Guardiola a Ribéry, pasando por Lineker o Sergio Ramos todos ellos enviaron el mensaje que hizo temblar el hormigón armado de un estadio que ha visto de todo, pero que jamás volverá a emocionarse tanto como esa noche en la que, en penumbra, hasta los gatos atendieron sin un balón en disputa, sin discutir un resultado. Construirán un nuevo estadio, pero si las piedras hablaran, llorarían por el día que se fue Andrés.