El Metropolitano ya tiene su gran noche

Los jugadores del Atleti se abrazaban, los del Arsenal se desplomaban. Todos exhaustos, sólo que unos felices, otros derrotados. De repente estalló el himno, lanzando sus sones al libre espacio: “Yo me voy al Manzanares...”. No es exacto, pero es verdad. Aquel sentimiento de la orilla del río se ha instalado aquí, en estos secarrales próximos al aeropuerto, donde el fútbol se siente igual que allí. Igual que se sintió, tantos años atrás, en el viejo Metropolitano. Este nuevo campo ya tiene un recuerdo hermoso, el de esta noche grande que abrió la puerta a una nueva final europea. Todos los que estuvieron lo recordarán siempre.

Fue un partido serio, firme, sin concesiones, muy ‘cholista’. Faltó sólo él, el Cholo, que no podía agitar sus brazos desde la zona técnica, porque estaba encerrado en una jaula dorada, por ahí arriba, donde se consumía de impaciencia y de impotencia. Pero su obra estaba ahí abajo y hablaba por él. Ese Atleti compacto, que no regala nada pero que penaliza la menor equivocación del rival. Así, apretando cada metro, sin la menor concesión, aguantó al Arsenal toda la primera parte y le colocó el gol decisivo, casi en el descanso, en una buena jugada que partió de la suela de Thomas, siguió por la apertura de Griezmann y acabó en golazo de Diego Costa.

Ese gol valió la final. No había Arsenal, ni diez ’Arsenals’ que hubiera, capaz de dar la vuelta a aquello. El cuajo del Atleti, su modo compacto de estar en el partido, el entusiasmo colectivo que hace que los once sean sesenta mil, marcaron ya de forma inalterable el desarrollo del partido. Termino mi artículo y vuelven a salir los jugadores, reclamados por una afición entusiasmada que agita sus banderas y quiere prolongar la noche. Este nuevo y precioso estadio, que aún les resultaba frío a muchos, ya tiene una noche cuyos ecos retumbarán de generación en generación. Habrá otras, pero ésta ha sido la primera.