Un equipo que castiga los errores
Cuando me metí a director deportivo de un club de fútbol inglés de la novena división, le pregunté a sir Alex Ferguson qué debía hacer para competir bien: “Asegúrate que tienes portero y goleador”. Y -me dijo otro entrenador famoso- llegará un día indeterminado, sin un color particular en el calendario, en el que, si las cosas se han hecho bien, todo se pondrá a funcionar. El Liverpool es eso: empezó a funcionar de repente. Y lo que quiso decir Ferguson es que no hace falta jugar bien si se es fuerte en las dos áreas.
De Karius se puede dudar, pero no de los tres delanteros. Liverpool castiga los errores del contrario porque Firmino, Mané y Salah, que reciben el balón de los centrocampistas a la primera, tienen velocidad, talento y ahora mismo saben que marcarán porque sí, porque lo que tocan lo convierten en oro. Les sale todo y hace que todo sea más fácil.
El segundo truco del Liverpool es más difícil de conseguir: conocer las limitaciones de uno es un signo de inteligencia, en este caso, colectiva. No hacen nada que no sepan: los siete que protegen a los goleadores son ordenados, aunque cometen errores, los laterales suben cuando pueden, los centrocampistas no se complican, la cosa consiste en hacer llegar el balón a los que marcan la diferencia. Este Liverpool golea antes de que se definan los encuentros. Resulta que el Madrid hace justo eso también. A ver de qué lado cae la moneda en Kiev.