Pablo Checa

Aquellas lágrimas en Anoeta

Cuando la memoria mengua, bueno es aferrarse a los recuerdos, poco importa que sean simples destellos, tanto da la categoría, más ahora que hablamos de este consumista mundo del fútbol. Donde lo material es emblema y el materialismo ley, se añora identificación con los despachos, con el equipo, con la institución. Hacen falta símbolos, nexos de unión, dirigentes capaces de mirar más allá de las ventanas de sus cómodos despachos y potentes ordenadores. Y futbolistas con alma, con espíritu, de carácter, acaso apasionados. Y con ángel. Que conecten con la grada del EGC. Que tiren de todo el Estadio. Hacerse querer es fundamental. Con poco, la grada se exalta. Hacen falta líderes en el campo que tiren de la grada, como aquí hizo un inglés hace 22 años.

¿Quién es Samways? Apenas sabíamos que venía del Everton. En su primer partido, aquel 15 de diciembre de 1996 ante el Alavés en el Insular, patadón a Serrano en el minuto 13 y 4 partidos fuera. Algo se nos removió, mas no sabíamos qué. En su regreso, contra el Salamanca, nueva agresión. Era un tipo duro, temperamental al máximo, pero tenía ‘duende’. Tiraba del equipo y de las 20.000 personas que llenaban el recinto de Pío XII. Subió y bajó a Primera con Las Palmas, y aquellas lágrimas de Anoeta son un icono. Su rostro nos removió y ya supimos por qué. Podrá volver o no, pero siempre será uno de los nuestros. Aquellas lágrimas de Anoeta fueron las de todos.