La dificultad de elegir el momento de irse más allá de los premios
Irse. Se habla mucho de la trascendencia del día que debutaron los grandes futbolistas y la mayoría de entrenadores saben que cuando tienen en su plantilla a un jugador que puede marcar una época deben de ir con tacto a la hora de ir dándole minutos. En cambio, resulta más difícil elegir el momento de apearse del autobús de la gloria. Esas elecciones tienen pinta de ser las más complicadas. Supongo que sólo el que ha estado en ese caso puede relatar una sensación que para los que miramos desde fuera se nos adivina como algo que debería ser más sencillo, pero que nos da la sensación de que ellos mismos complican. Sus razones deben tener.
¿China?. Viendo el último partido de Iniesta, les juro que no entendí para nada que este jugador pueda irse a China. Ni yo, ni muchos de los compañeros de prensa internacional llegamos a comprender como una persona capaz de hacer ese recital de juego que tiene el cariño de su afición y de las rivales, que es un mito, que tiene las lentejas pagadas de aquí a 12 generaciones tome una decisión así. Iniesta está para seguir jugando a un nivel altísimo siempre que juegue menos. Y me temo que ahí está el problema.
Malos suplentes. Cuanto mejor es el futbolista, peor suplente es. Probablemente, es lo que le pasó a Xavi, que prefirió jugar en Qatar a ser suplente en el Barça. O a Fernando Torres. Ellos están programados para jugar. Siempre, incluso por encima de sus posibilidades físicas. Lo de regularse para salir en momentos oportunos no va con ellos. Y la gran paradoja es que cuando eran más jóvenes y se sentían indestructibles hablabas con ellos y te decían eso de que “yo en un campo no me arrastro, el día que no pueda, adiós”. El veneno les pica tan fuerte que luego, prefieren irse a China o a Qatar (por un precio, claro) que ser un complemento de lujo y aparecer en los momentos realmente importantes.
Los perdones. Ir a China es como retirarse del fútbol. Así lo ha interpretado la revista France Football, que se ha tomado la inminente salida del jugador como si se hubiera retirado y ya le piden perdón por el Balón de Oro que no ha ganado (y que se sobreentiende que ya no ganará). Los que no tenemos esta capacidad competitiva, los premios nos importan poco, cosa que a ellos no. Puede consolarse pensando que jamás ni Chaplin ni Cary Grant ganaron un Oscar, ni Joyce ni Woolf el Nobel de literatura.