Uli dejó su huella en el Bernabéu
Ni Netzer ni Breitner lograron llegar al corazón de los madridistas. Los dos alemanes fichados por don Santiago entre 1973 y 1974 no cuajaron a pesar de llegar con la vitola de campeones de Europa y del Mundo con su selección. El tercero, sí. Uli Stielike fue un hallazgo de Bernabéu, que lo contrató en 1977. El mismo verano en el que llegó Juanito. El club quería traerse a Wimmer, del Borussia, y por eso fueron a verle en un partido del Moenchengladbach. La expedición la formaban Agustín Domínguez, Netzer y el propio Bernabéu. El presidente no se fijó en Wimmer. A los diez minutos de juego se dirigió a su secretario técnico: “¿Cómo se llama ese del bigote que tiene tan mala leche? ¡Cómo se faja! Agustín, fíchalo” .
Stielike era el panzer de aquel homogéneo centro del campo que los chavales de mi generación recitábamos de memoria: Ángel-Del Bosque-Stielike. Era un líder que se dejaba el alma en cada partido. Recuerdo un golazo de volea en Bilbao que fue aplaudido por la grada de San Mamés. Y su adiós en la final de la Copa de la Liga, que ganamos en Chamartín al Atlético (2-0). Ramón Mendoza no quiso renovarle y entre el Bernabéu y los jugadores le improvisamos un homenaje muy emotivo. Recuerdo cómo me caían las lágrimas mientras todos gritábamos desde las tribunas: “¡Uli, Uli, Uli!”.
Mereció irse de otra manera, pero los madridistas no le olvidamos. En su tarjeta nos dejó 3 Ligas, 2 Copas del Rey, 1 Copa UEFA y 1 Copa de la Liga. Lástima esa final de la Copa de Europa ante el Liverpool en París (año 1981). Stielike jugó mermado. Al igual que Cunningham. Si el tanque alemán y la gacela británica llegar a estar bien, la Séptima se habría adelantado 17 años. Uli se la merecía...