Una obra de muy mal gusto

Sainete. Si el Espanyol juega para emocionar y hacer felices a sus aficionados, podríamos concluir que la obra que dirige Quique Sánchez Flores decepciona y entristece, despierta silbidos y levanta pañuelos, bufandas o hasta chaquetas: cualquier prenda vale para agitarla en señal de protesta. Incluso es de mal gusto lo que se ve en el verde. El técnico considera que el problema es de los actores (“igual es que no damos para más”) mientras que el director de cásting (Jordi Lardín) tiene claro que “tenemos plantilla para mucho más”. Sea como fuere, este miércoles solamente 12.113 hinchas acudieron a ver la función, otro sainete aburrido, sin gracia ni pasión, un calvario si tus colores son el blanco y el azul. Una imagen que deteriora la historia perica, gris y negra en este 2018 para olvidar.

Grada rebelde. Y esos aficionados, que parecían acudir a un encuentro ante el Al-Ahly que a otro de Primera, ya llegaron con las ideas claras, dispuestos a lanzar tomates. El “Quique vete ya” resonó antes del comienzo y al descanso, la copla de la jornada en el estadio, un cuerpo sin pulmón por el litigio que mantiene la Grada Canito con el propio club, otra batalla, la social, que no se sana y que desangra a un club que empieza a padecer síntomas preocupantes, sin un rumbo claro, sin un líder, sin un proyecto, sin entrenador ni presidente. El final está siendo traumático e innecesario, una tortura de terribles consecuencias si el equipo sigue con este caminar.

Baño de realidad. El Eibar tiene menos presupuesto y tampoco aspira a grandes retos en esta Liga bastante definida, pero ayer fue un equipo con las ideas claras, sólido, bien plantado, con varios suplentes en ataque y con una suficiencia que le ayudó a sumar los tres puntos. Entre ellos, Jordán, un talento de la cantera perica que Quique decidió dar boleto, pero que ha demostrado que era jugador de Primera. El proyecto deportivo del Espanyol ha ido marchitándose desde el pasado verano y desde la frustrada salida del técnico e al Stoke. Si el entrenador fue el artífice de la notable campaña anterior, ahora está siendo el responsable de esta caída en picado.

Pierden todos. Este Espanyol acumula dos victorias en los últimos 15 partidos, una racha que hubiera mandado a la calle a cualquier entrenador de Primera, pero no ocurre lo mismo en el Espanyol. En los clubes ambiciosos no se andan con chiquitas y evitan este deteriorio, que no es inocuo. El Espanyol no solo pierde puntos, algo que ya le da igual en LaLiga, sino que está perdiendo prestigio (¿qué opinan los patrocinadores?), masa social (¿quién renovará el carné?) y también la afiliación de sus mejores jugadores (¿cómo convencerles de se queden si vienen ofertas?). El que pierde no es Quique, sino el Espanyol. El técnico cambiará de club, pero la entidad puede pagar un peaje muy caro.