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Una puerta para cada perico

Homenaje. Los aficionados blanquiazules que dedicaron la tarde del domingo a ver el Getafe-Espanyol desde el sofá de sus casas, en compañía o en soledad, deberían exigirle hoy mismo al club que le pongan una puerta a su nombre. Aunque sean la de las distintas salas que hay en el estadio o la de los lavabos, en ocasiones el lugar más apetecible. Ellos son los héroes de una temporada que no se detiene en aportar amarguras, la última la de Getafe, una derrota cruel ante un rival madrileño que, con 30 millones de euros menos de presupuesto, supera ya al Espanyol en seis puntos a falta de seis jornadas. Transita el equipo perico en la desilusión más arraigada, justo un año después en el que el proyecto de Chen Yansheng entraba en la ilusión máxima.

Vulgaridad. No hay remedio para este equipo, incapaz de levantarse después de todos los golpes que ha sufrido a lo largo de la temporada. Ni con Melendo ni con Baptistao, ni jugando contra 11 o contra diez, ni centrando balones ni intentando combinar en corto. Hablábamos en la previa de la lógica de los equipos, que se construye durante la temporada y en la que inflyen la plantilla, el técnico y las ideas que se han trabajado durante el curso. También la atmósfera del club, que desde agosto fue desilusionante. Y todas esas confluencias han convertido al Espanyol en un equipo vulgar, sin rumbo, con síntomas de inestabilidad: momentos de luz como en Mestalla, eternos instantes de sombra como en un Coliseum que vibró con la resistencia de los azules. Y siempre derrotas.

San Pau. El Espanyol intentó repetir el juego de Mestalla, pero el Getafe no es el Valencia. Los de Bordalás no dan concesiones, se repliegan como pocos y achican la línea de cuatro con una sincronización muy quiquiana (de Sánchez Flores). Eso provocó que jugadores como Melendo o Jurado se quedaron sin espacios, y Baptistao apenas intervino. Así las cosas, el Espanyol no lanzó a portería hasta el minuto 72, cuando el Getafe ya jugaba con diez por una injusta expulsión de Flamini. Granero, de hecho, fue uno de los más incisivos. El encuentro era de 1-0, y si no lo llegó antes el tanto madrileño fue por Pau López, quien detuvo todo lo que pudo. El remate de Damián no lo detienen ni dos porteros.

De Quique a Chen. El fútbol es pasión, y poca es la que transmite este plano Espanyol, que ocupa la 16ª posición, y que no está peleando por la salvación porque el Deportivo (que está a diez puntos) ha tardado en reaccionar. Es duro este final de Quique, blanco de muchas dianas y responsable también de la deriva de un equipo que podía haber quedado mejor de lo que va a quedar. Pero cuando el madrileño se vaya, esas dianas apuntarán también al presidente, el que debe decidir qué quiere hacer con este Espanyol. Que ni mucho menos es el que prometió.