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Argentina, detonante del odio de Rossi

Valentino Rossi está harto. Harto de disimular, harto de soportar su frustración, harto de ver ganar a quien es su enemigo íntimo pero también en su alter ego. Harto de Marc Márquez. No de su agresiva forma de pilotar, el italiano no puede tener miedo de una actitud en la que es un maestro, ésa es una de las muchas falsedades en las que basó su ataque contra el español; lo que le desespera realmente es asumir que quizá no vuelva a ser campeón del mundo, que es poco probable que logre su ansiado décimo título. Además de digerir en cada gran premio, cada domingo, que quien le supera es el culpable (cree) de no haber alcanzado ya su objetivo, de poder respirar tranquilo. Lo piensa desde el GP de Malaisia de 2015 y no lo ha olvidado ni un solo instante en dos años.

Así que lo que ocurrió en Termas sólo fue el detonante de tanto odio contenido, seguramente el peor de todos porque se macera a lo largo del tiempo hasta convertirse en insoportable. Márquez se equivocó el domingo con un exceso de agresividad innecesario en esta ocasión (no en otras, esto son carreras y las ganan los valientes) y Rossi ya no pudo, no quiso aguantar más. Tanta frustración y rabia explotaron jaleadas por un entorno que tampoco le favorece (personaje nefasto el tal Uccio) para protagonizar uno de los episodios más inauditos y sonrojantes de la historia de MotoGP, un ataque verbal desmedido y desproporcionado contra otro piloto. Y todo con el fin claro de desestabilizar a Márquez, enrarecer el ambiente hasta límites inauditos y poner al mundo contra su rival, buscando aliados para una batalla que de otro modo ve perdida (de éste también). Improbable será ya, como pide Valentino, que vuelvan a mirarse a la cara, no se trata del calentón de una tarde en Argentina sino de rencor enquistado en el alma.