Cuando el juego habla por sí mismo

La maldición de ganar a un grande seguirá en Ipurua hasta al menos la temporada que viene. Sin embargo, tras lo vivido ayer en Eibar todos auguran que cada vez falta menos para culminar el gran reto. Poco queda por decir que no se escribiera sobre el terreno. El sol brillando en una mañana de sábado que prometía ser histórica. La afición armera puesta en pie dejándose la voz por su equipo. El equipo poniendo contra las cuerdas durante casi 90 minutos a todo un Real Madrid. Los ingredientes estaban ahí y, una vez más, no pudo ser.

Quizás fuera la falta de definición o las manos de Keylor. Los penaltis no pitados o las pérdidas de balón que propiciaron los goles del equipo de Zidane. ¡Qué importa ya! El mundo, desde España al lejano Japón, contempló lo que este Eibar es capaz. A unos jugadores sin complejos que poco tenían que perder. A un bloque capaz de pelear ante cualquiera que se le ponga delante. Lo único que queda ahora es mirar de frente a lo que viene y agarrarlo por los cuernos, porque, en realidad, cuando el juego habla por sí mismo poco se puede añadir. ¡Qué bendición y orgullo ser armero!