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Zancadilla a un Espanyol que cae

Dos hilos. El Espanyol maniató al Levante pero con un cordaje tan fino que los granotas estuvieron a punto de llevarse los tres puntos. El empate perico en campo de uno de los peores conjuntos de la categoría, que además acumula una racha de 15 partidos sin ganar, se explica en dos hilos. El primero de ellos, en el error del colegiado en señalar penalti un agarrón leve de Navarro en una jugada que debía estar anulada por fuera de juego. Y, el segundo, en el empecinamiento del Espanyol en acabar las jugadas con centros laterales, cuando Gerard llegaba al área con la lengua fuera y Baptistao no es Stuani. Los de Quique siguieron los caminos que el Levante le dejó libres, y solo una genialidad de Jurado, que trazó dos regates y la puso templada al espacio para que Baptistao marcara, les salvó. Fue como hilvanar una aguja a la primera.

Sin remedio. No hay medicina que estabilice la salud del Espanyol. Y eso que la primera parte fue notable. Salvo algunas pérdidas de balón y errores individuales en defensa, el equipo dominó a un Levante descolocado y débil, víctima de su situación. Fue inteligente el movimiento de Quique en el costado derecho: Navarro cogió metros para jugar de extremo, Víctor Sánchez le hacía la cobertura y Granero se colocaba entre líneas para mover el balón de costado a costado junto con Gerard. Numerosos centros sin un rematador. Un contexto poco propicio para un Baptistao que vive en una 'saudade' permanente, aunque al menos se reencontró con el gol en el añadido.

Conmoción perica. En ese periodo se produjo el susto de Diego López, en un choque con Sadiku que alertó a sus propios compañeros. Salieron los médicos y los enfermeros al galope, y finalmente el gallego tuvo que abandonar el campo en camilla, con la música de los aplausos de un Ciutat de València cuyos aficionados se acercaron a la tribuna de prensa a preguntar por su estado de salud. Salió Pau, cumplidor como de costumbre, a jugar de forma accidental uno de sus últimos partidos como meta del Espanyol. En esos aplausos se contaban a los 250 aficionados del Espanyol desparramados por el estadio valenciano. Otro viaje sin premio, una nueva desilusión, aunque al menos los jugadores les dedicaron una ovación final.

Las desgracias. Los prolegómenos ya empezaron con la lesión en el aductor de Sergio García y la suplencia de La Roca, con molestias, y con la mala noticia sabida a la hora del comienzo del encuentro de la muerte del capitán de la Fiorentina, su compañero de equipo. Las desgracias nunca llegan solas en un Espanyol incapaz de cambiar su sino, como a punto estuvo de no modificar el decorado de la segunda parte. La entrada de Melendo, que pasó de la grada al césped, dio algo más de pausa al ataque. Pero fue decisivo el fogonazo de Jurado. Al equipo perico le valió la épica, como siempre: el suspense de los últimos minutos. Un consuelo a estas alturas de la película.