Involución, depresión, serotonina

Ya saben quiénes se consuelan con el mal de muchos, de ahí que al Espanyol ni siquiera en su momento más bajo le reconforte visitar a un Deportivo malherido, cuya penúltima batalla por la permanencia dirime este viernes. Acostumbrados a ser históricamente un equipo aspirina, más bien recelan los pericos de Riazor, de la decimonovena plaza que ocupan los coruñeses y del mal pie en el arranque de Seedorf, el sucesor de un caballero como Cristóbal Parralo. No es para menos, pues aunque la situación no es ni de lejos tan dramática —en caso de victoria, se situará el Espanyol a cinco puntos de la séptima plaza y 12 sobre la zona de descenso—, queman las seis jornadas sin ganar y, sobre todo, el paupérrimo juego de un equipo que ni con goles ‘in extremis’ de esos que tanto enganchan en el fútbol consigue despertar pasiones.

Mucho tiene la situación del Espanyol, y por supuesto la del Depor, de mental. Y, en ese sentido, bienvenida es la autocrítica que Quique imprimió este jueves en su comparecencia, admitiendo la “involución” que ha experimentado el equipo y la obligación —casi ansiedad— de ganar para revertir este bache que se está convirtiendo en un socavón. Bien. El enfermo ya tiene diagnóstico, llegados a la jornada 25. Ahora queda lo más importante: acertar en el tratamiento y en la cura. Necesita el Espanyol suministrarse dosis ingentes de serotonina para frenar una depresión de caballo. El medicamento se llama victoria, y la pega es que en las farmacias de A Coruña también anda muy solicitado, con o sin el complemento vitamínico del buen juego. Deberán encontrarlo antes de que se agote. El medicamento. Y la paciencia.