El Athletic sale con éxito de un desafío angustioso

Las renovaciones de Arrizabalaga, Williams y Unai Núñez son más trascendentes para el Athletic que la venta de Laporte por 65 millones de euros, una cifra que permitirá al club invertir en instalaciones, tecnología y toda esa parte del fútbol que no se ve, pero que cada vez separa más a los ricos de los pobres. El Athletic lo sabe mejor que nadie. El nuevo San Mamés es más un mensaje de energía y confianza en el futuro que un bonito estadio. Lezama, que parecía una cochiquera hace muy pocos años, comienza a adquirir el aspecto de un buen centro de entrenamiento, en gran medida por los 80 millones de euros obtenidos por los obligados traspasos —las cláusulas, en definitiva— de Javi Martínez y Ander Herrera al Bayern y Manchester United. Quien crea que se puede competir, incluso con la denominada clase media del fútbol, con instalaciones precarias, se equivoca gravemente, más aún en el Athletic, cuya dependencia de Lezama no es total, pero sí decisiva. Se puede polemizar lo que se quiera, pero Arrizabalaga, Yeray, Williams y Unai Núñez, todos menores de 24 años, internacionales absolutos o Sub-21 en un momento de enorme competencia en la Selección, son producto de Lezama. No es una mala representación de lo que significa la cantera.

Aunque orgulloso de su historia, el Athletic es un club que navega, por decisión propia, en dirección contraria al viento que gobierna el fútbol: el virulento mercado especulativo global. En realidad, el 95% de los clubes navegan en dirección contraria, pero algunos no lo saben o pretenden no saberlo. Sólo el 5% de los clubes, o quizá menos, se beneficia de una estructura oligárquica que está reduciendo a la nada las posibilidades deportivas del otro 95% de los equipos, por no decir el 99%. La nueva oligarquía, representada por intereses económicos, financieros y políticos muy concretos, comienza a establecer un mapa del poder donde apenas figuran 12 o 15 equipos, todos europeos. Resistirse a su impresionante músculo financiero es inútil. Al menos, el Athletic tiene una ventaja: sabe que juega en desventaja y que perderá a muchos de sus mejores futbolistas, es decir, como el 98% de los equipos del mundo, pero hasta ahora ha encontrado una fórmula para reducir daños deportivos y obtener excelentes beneficios económicos, necesarios para moverse con potencia en el mercado que el propio Athletic se ha diseñado.

Ni los más optimistas podían pensar que a estas alturas el Athletic podría mantener a Arrizabalaga, Williams y Laporte en la plantilla. Tienen el suficiente prestigio para alimentar el interés de varios de los equipos más potentes de Europa, incluidos el Real Madrid, Barça y quién sabe si el Atlético de Madrid. Hasta el Barça ha sufrido el golpazo de esta nueva estructura mercantil. De hecho, el fichaje de Neymar por el París Saint Germain inauguró este nuevo fútbol, donde sociedades tradicionales como el Real Madrid y el Barcelona tendrán que ser extremadamente creativas para no descolgarse en el ranking económico y perder posiciones en el deportivo.

En las condiciones que presiden el fútbol, la pérdida de Arrizabalaga (20 millones de cláusula), Williams (50 millones), Unai Núñez (20 millones) y Laporte (65 millones, después de su negativa a firmar por el Manchester City en 2016) parecía tan probable y tan rápida que la situación actual (los tres primeros acaban de renovar sus contratos con nuevas cláusulas, dos de 80 millones y la de 30 en el caso de Núñez) es un éxito de primer orden del presidente Urrutia y su junta directiva. La salida de Laporte supone el menor daño posible para el Athletic. Resultaban infinitamente más prioritarias las renovaciones de Arrizabalaga (uno de los mejores porteros de LaLiga española) y Williams, un delantero con un considerable margen de progresión y unas características indispensables para el Athletic, más aún en la etapa final de las carreras de Aduriz y Raúl García. Tampoco es irrelevante la continuidad de Unai Núñez, 21 años, seis meses de buena experiencia en el equipo y se espera que pareja defensiva de Yeray, de quien se espera una completa recuperación.

El Athletic recibirá 65 millones de euros, la segunda mayor cifra pagada por un defensa en la historia del fútbol. Sólo está superada por los 85 millones que el Liverpool transfirió al Southampton por el holandés Van Dijk. Es una barbaridad de precio que define la aparatosa inflación que preside el mercado futbolístico en estos momentos. Laporte no ha marcado diferencias en el Athletic. Es probable que fuera el defensa con más y mejores condiciones del equipo, pero en varios aspectos su rendimiento ha decrecido visiblemente en el último año y medio. Sus habituales distracciones le llevan a cometer graves errores, de valor gol en muchos casos. Aunque su toque es más que bueno para un central, Laporte no se distingue por su criterio como pasador, sobre todo cuando su zurdera le obliga a marcar demasiado el perfil y elige pases que son detectados muy rápidamente por los delanteros. Como cabeceador, es más voraz en el área contraria que en la propia. Es rápido, pero no veloz. Comete más faltas de las necesarias, un problema que le ha generado más expulsiones y amonestaciones de las convenientes. Ahora le espera uno de los destinos más exigentes del mundo. Necesitará manifestar las cualidades que no ha mostrado en los últimos meses.