La gran fiesta del deporte
El 2 de diciembre de 2010 es una fecha enormemente destacada en el calendario qatarí. Ese día, nuestro país fue seleccionado como sede del Mundial de fútbol que se celebrará en el año 2022. Personalmente, tuve la suerte de vivir la designación muy de cerca, ya que en ese momento era embajador en Suiza y la votación se celebró en Zúrich. Tanto el Gobierno como los ciudadanos qataríes confiábamos desde un primer momento en las opciones de un proyecto sólido, serio y elaborado de manera rigurosa y profesional.
Desde aquel momento, hemos invertido todos nuestros esfuerzos para que el Mundial de Qatar sea una gran fiesta deportiva, una cita que ayude a tender puentes entre pueblos y culturas y una oportunidad de crecimiento y futuro, no solo para nuestra nación, sino para todo el mundo árabe. Durante su reciente visita a España, Hassan Al Thawadi, secretario general de Qatar 2022, destacó el excelente ritmo que siguen los preparativos y afirmó que el Mundial de Qatar será el más compacto y conectado de la historia. El legado económico y de infraestructuras que dejará la celebración deportiva irá acompañado de un importantísimo legado humano, pieza central en la filosofía de todos los que trabajan con la mirada puesta en 2022.
Ante esta realidad, enormemente beneficiosa y alentadora, era esperable una reacción de apoyo e ilusión compartida por parte de todos los países vecinos. Viene a mi cabeza, por poner un ejemplo reciente, el Mundial de Sudáfrica de 2010, que concluyó con el emocionantísimo gol de Iniesta y la merecida victoria de España. Algunos años antes de esa recordada final, cuando la República de Sudáfrica fue elegida como sede, numerosos Estados de la zona y de todo el continente se sumaron a la alegría de un evento que situaba África en el epicentro del deporte mundial. Las muestras de solidaridad y la unión entre países cercanos fueron una constante tanto durante el periodo de preparación como durante las semanas en las que se desarrolló el Mundial. Además del ejemplo africano, hemos podido observar situaciones similares cuando el evento ha tenido lugar en territorio europeo, asiático o latinoamericano.
Es bien sabido que las comparaciones son siempre odiosas. No obstante, sorprende sobremanera la actitud adoptada por algunos de nuestros vecinos del Golfo en torno al Mundial de Qatar 2022. El pasado 8 de octubre, un alto cargo de Emiratos Árabes Unidos publicó un tuit en el que afirmaba que la crisis con Qatar desaparecería si se retirara la designación de este país como sede del Mundial. Estas declaraciones son una clara prueba de que, lejos de mostrar apoyo ante una realidad que supondrá un claro beneficio para toda la región, algunos Estados han optado por crear un clima de tensión en la zona. Esta realidad adquirió una magnitud global el pasado 5 de junio, cuando Arabia Saudí, EAU, Bahréin y Egipto tomaron la decisión unilateral de romper relaciones diplomáticas con Qatar e iniciaron un bloqueo de carácter ilegal e inhumano que persiste siete meses después. Este movimiento sorpresivo tiene como finalidad última injerir en la política interna y externa de un país que, gracias a su labor en los últimos años, ha creado un modelo en el mundo árabe y cuenta con el reconocimiento de la comunidad internacional. Es indudable que el Mundial de 2022 puede haber sido uno de los elementos que ha provocado la reacción de estos países, que, lejos de ver la designación como una ilusión común, un abanico de oportunidades para nuestros jóvenes y una ocasión excepcional para dar a conocer nuestra región al resto del mundo, sufren los celos de ver cómo Qatar atrae los focos del público internacional. Tal vez olviden que Qatar presentó su candidatura como país árabe y musulmán y que el Mundial no es “propiedad” exclusiva de nuestro país, sino un impulso para la economía, el tejido empresarial y el turismo de toda la zona.
Nuestro país no se apoya en la envidia, la competencia o la lucha de egos, sino que ha demostrado su tendencia hacia el diálogo y la negociación. El deporte debería ser un nexo, una oportunidad de acercamiento y un símbolo de concordia. Desde hace años, Qatar ha demostrado que defiende el valor universal del deporte. Ha albergado numerosos eventos de carácter regional e internacional, ha creado la prestigiosa Aspire Academy, ha impulsado la cadena de televisión beIN Sport y ha apostado por el talento emergente.
El fútbol no es distancia, sino cercanía. Solo queda esperar un cambio de rumbo en la actitud de todos aquellos que pretenden destruir puentes en lugar de crearlos. Por nuestra parte, todos los ciudadanos, de cualquier país, cultura o religión, están invitados a sumarse a la gran fiesta que será el próximo Mundial de Qatar 2022.