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Anatomía de una falta… y de un gol

Minuto 8 del partido. Lerma arroja de a Messi al césped. Y ahí lo deja, abandonado. El argentino lo señala con la vista. Lerma no se inmuta; sigue viaje, libre de culpa, pero culpable. El árbitro primero le advierte y, ante su indiferencia, le enseña la tarjeta amarilla. Un aviso. El aviso de Messi llega después. La delantera azulgrana acompaña al célebre futbolista: Dembelé, el recién llegado, y Alba asisten al maestro y en el minuto 12 el 10 marca el territorio que mejor transita: el disparo y gol.

Esa bota, dijeron en Carrusel, lleva el nombre de su mujer y de uno de sus hijos. Messi tiene inscritos en lo más preciado de su cuerpo de futbolista los nombres de sus hijos y de la madre de los mismos. Pero, dijo también en Carrusel don Luis Suárez, no importan tanto las botas, sino los pies que guarda esa zapatería. Y esos pies, añadió nuestro admirado Balón de Oro gallego, "no son pies, son manos. Como las manos de un tenista: ponen la pelota donde quieren". Además el Barça tiene su alma.