Un pastel sin guinda y en la cara

Con una mueca sonriente, lanzaba Quique un órdago el sábado a la prensa: “A ver cuántos acertáis la alineación, tenéis un día para darle vueltas”. Nadie lo hizo, por primera vez en esta Liga, síntoma de la sacudida que materializó en Gran Canaria. Sin el lesionado Fuego, pero también sin Piatti ni Jurado de entrada, y con Duarte (debutante esta temporada), Granero y Sergio García. Pero, sobre todo, con un nuevo sistema, un 4-3-3 (ó 4-3-2-1, si lo prefieren) y David López en su hábitat natural, con el que durante 80 minutos revolucionó juego y alma. La autocrítica del entrenador, inexistente ante los micrófonos, llegó sobre el césped 16 jornadas después. El plan B era todo un éxito...

Pero, como suele sucederle al Espanyol, las alegrías duran poco. “Cambiarlo todo para no cambiar nada”, titulábamos ayer, expresión extensible al devenir de muchos partidos. En lugar de exprimir la máxima presión a la que se sometía Las Palmas, se desinfló el conjunto perico, que de algún modo regresó al plan A, no tanto en los cambios como en la concentración, así que se pasó al empate, que no fue 3-2 gracias a Pau. Se asemejó en cierto modo al 4-3 del curso pasado en Cornellà. Sembró Quique el punto de partida hacia la reconciliación, como esa pareja que tras una riña regala flores y una cena entre velas, sabedor de que para recobrar toda la confianza necesitará tiempo, más hechos y méritos.