Todo va como la seda
Esta semana han empezado a llover los llamamientos a la calma que preceden a toda tempestad inevitable. No hemos aprendido que de esa falsa tranquilidad que consiste en disimular que no sucede nada en absoluto mientras nos inunda el olor a cuerno quemado procedente de la grada, nunca sale nada bueno. Pero, además, es que es esa balsa de aceite de ricino la que nos ha llevado hasta donde estamos. Para crecer no se necesita tranquilidad, sino tensión. No recuerdo haber oído nunca a ningún míster o jugador de un grande pidiendo calma, y cuando un profesional la pide, lo que está pidiendo normalmente es que le exijan menos.
Esta semana lo que deberíamos haber oído es que Las Palmas va a pagar los platos rotos del Girona. Determinación para ganar. Sangre en el ojo. Pero, en lugar de ello, escuchamos a uno de los más jóvenes decir que no había para tanto porque al fin y al cabo solo estamos a cuatro escasos puntos de la novena plaza. Esa que da acceso a la nada.
No se ve a Chen preocupado en estos días que anda de visita en el rancho. Luce pelazo y una bomber muy pintona, y se da un hartón de dar apretones de manos y coleccionar sonrisas. Ya se sabe que al jefe hay que decirle que todo va estupendamente. Tranquilidad. Todo va como la seda. No vaya a ser que se entere de la verdad.