Al ritmo del Facu y del niño Luka
Uno nació en Córdoba (Argentina) hace 26 años. El otro en Ljubljana, capital de Eslovenia, hace sólo 18 añitos. Una pareja que ha asumido el dificilísimo rol de hacernos olvidar (misión imposible, pero trabajable) al gran Sergio Llull. Eligieron el mejor día. En el Clásico de los Clásicos, el Madrid-Barça, agitaron su coctelera mágica para lograr que por fin esta temporada la afición del Wizink Center disfrutase del basket de altura al que nos ha acostumbrado el equipo de Pablo Laso estas últimas temporadas. El Barça, irreconocible, sólo tuvo arrestos cuando apareció el orgullo de Oriola y por la correcta dirección de Phil Pressey.
El ritmo lo marcaron el Facu Campazzo, que salió desde el salto inicial, con ese baloncesto agresivo, osado y desequilibrante que le convierten, nunca mejor dicho, en un base canchero ideal para un proyecto ganador. Doncic, Lukita, esperaba en el banquillo porque oficialmente tenía gripe. Pues yo quiero el mismo virus que ha atacado al esloveno. Cuando irrumpió Golden Boy empezó otro partido. Partió la pana. Sus triplazos, sus fintas increíbles (a Claver le rompió la cadera), sus amagos, sus asistencias... Hasta que en la última acción del tercer cuarto lanzó un proyectil desde la calle O’Donnell. Casi 25 metros. El Madrid se iba en el electrónico (68-52) y los padres le explicaban a sus hijos en las gradas que esta canasta la recordarán de mayores. Hasta Audie Norris, más quisiera tener el Barça actual un pívot como el que tuvo hace tres décadas, dijo que le recordó a Toni Kukoc. El Madrid se mantiene en el grupo de élite, el Barça se hunde en la tabla...