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Un estadio para la eternidad

Me quiero morir viendo el Bernabéu donde está. Donde permanece desde hace siete maravillosas décadas. En el corazón de Madrid, en los Campos Elíseos de la capital (el Paseo de La Castellana). Un estadio que huele a fútbol a varios kilómetros de distancia. La historia se pone en pie cuando lo nombran. El Bernabéu no es un Teatro de los Sueños como Old Trafford porque aquí no hay ficción, todo son benditas realidades. Desde hace 70 años se han escrito entre sus remodeladas tribunas buena parte de las páginas más grandiosas que ha dado este deporte. Recuerdo la primera vez que me llevaron allí mi padre y mi tío Luis. Un 5-0 a Las Palmas. Vi a Pirri, Zoco, Netzer, Oscar ‘Pinino’ Mas, Amancio, Santillana... Y Bernabéu. Don Santiago. Estaba imponente en el palco, con esa presencia que te arrollaba. Mi padre siempre me hablaba admirativamente de él: “Hijo, todo lo que somos, incluido este estadio, se lo debemos a este hombre”. Y encima, paisano. Manchego. De Almansa. El 2 de junio se cumplen 40 años de su muerte. Se merece un homenaje a su altura.

El Bernabéu es su legado principal. Sin fecha de caducidad. Los rivales siguen viniendo con mucho respeto. Ya saben lo de “noventa minuti en el Bernabéu son molto longo”. Las noches europeas, el olor a carajillo, las almohadillas compactas, el Gallinero de bote en bote y el rugido resumido en dos palabras: ¡Hala Madrid!