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El 'guiri' boquerón va para figura

Alejandro Davidovich nos confesó que trabaja para llegar a ser uno de los mejores tenistas del mundo. Ya es el 400 en la clasificación ATP y séptimo mejor junior. Pese a su apellido ruso y su aspecto rubio, de ‘guiri’ se considera “malagueño y boquerón”. Y muy español. Es tan andaluz que le gusta bromear cuando se dirigen a él en inglés porque su planta es radicalmente opuesta a la del típico celtibérico que representa Alfredo Landa. No es bajito ni moreno. Pero si es dinámico, ‘echao palante’ y nada le detiene. Admite que sentía cosquilleo en los prolegómenos de su final en Wimbledon que ganó 50 años después de que lo hiciera el granadino Manuel Orantes. En esta catedral de la raqueta aprendió a comprender y amar la más tradicional liturgia de este deporte. Jugar de blanco como antaño y en hierba natural, una superficie que de toda la vida se atragantaba a nuestros clásicos ases de la raqueta y que ahora es su preferida.

Ocho horas de duros entrenamientos, viajes y sacrificios no le han subido los humos. Es un chico humilde y con un peculiar acento del sur. Está identificado con Djokovic, disfruta con los shows y buen humor del genial cascarrabias John McEnroe y admira la obra de Rafa Nadal. Quedamos con él para entrevistarle en Fuengirola y nos esperaba sentado sobre las escalinatas del Stella Maris (es la instalación en cuyo gimnasio se machaca) como si fuera un estudiante de primero de carrera y no un futuro número uno mundial. Jorge Aguirre es mucho más que su entrenador. Su maestro. Sueña jugar con España la Copa Davis.