Alianza rompió el maleficio a la 'uruguaya'

Eran muchas temporadas sin el título de la temporada. Once. Número futbolero que amenazaba con extenderse hasta que la labor silenciosa, práctica, humilde pero convencida tanto en el vestuario como en la cancha de Pablo Bengoechea rindió frutos. Con mucho mérito para el entrenador uruguayo y un comando técnico con ADN de Alianza con la presencia de Jayo, participe, desde su posición de medio central, del último título íntimo en el 2006.

Y en campañas similares tanto en el Apertura como en el Clausura. Con practicidad de proponer un juego frontal, con acotada elaboración, con el balón largo como medio sistemático para atacar - más aún en acciones de pelotas detenidas desde cualquier posición del campo rival -, con una firmeza que nació en el grandísimo nivel de Leao Butrón y que tuvo en los centrales Araujo y Godoy, los volantes Fuentes, Cruzado, Ascues -en el segundo torneo-, Aguiar, Ramirez y los atacantes Hohberg y Pajoy, a los integrantes más frecuentes de la columna vertebral del equipo además de las inserciones valiosas de Quevedo y Leyes -hoy más que nunca con su doblete-, impensado protagonista estelar del título obtenido.

Sin que le sobre estética, sin lujos que ofrecer, fue el más firme, el más eficaz, el que sumó más como local, el que supo arrancar resultados de visita y el que más regularidad mostró.
Párrafo aparte la sencillez y grandeza de Bengoechea en la victoria: silencioso y sereno testigo de la celebración de sus dirigidos cuando fue artífice indiscutible de la vuelta olímpica blanquiazul.
Felicitaciones a los gestores, al comando técnico y al plantel por un título merecido para el mejor equipo del año desde todo punto de vista.