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Lo que está en juego en la Copa

Venimos, el lunes ante el Getafe, de una victoria mínima, conseguida por la mínima ante una grada bajo mínimos, que sin embargo no minimiza la sensación adversa que nos acompaña desde que iniciamos el curso. Un mecanismo que no acaba de engranar, un nubarrón espeso en el que se han abierto muy pocos claros. El equipo lo celebró indisimuladamente, amparándose en la bondad del resultado, donde en otras tormentas hemos abierto el paraguas de las sensaciones. Ya no se puede esconder que, a base de autocomplacencia, de ponerle sordina a las ambiciones y dibujar objetivos difusos, poco atractivos, nos hemos ido poco a poco deslizando hacia una tesitura en la que hay mucho más a perder que a ganar.

Lo mismo sucederá ante el Tenerife. Ganar parece tan obligado como poco meritorio, y no es así, porque ganar a cualquiera nos cuesta un imperio y no parece que la cosa vaya a cambiar por mucho que delante tengamos a un Segunda que en la ida de estos dieciseisavos demostró ser un buen equipo. Si Quique ha aprendido alguna lección del Alcorconazo del año pasado, saldrá mañana con todo, sin espacio para muchos inventos. No solo está en juego la clasificación de Copa, una competición además, con la que todavía se pueden alimentar los sueños que en Liga van descarrilando. Lo que está en juego es empezar a convencer.