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España era esto: tan sólo 16 jugadores de baloncesto

De cómo se pudo llegar a esto se ha escrito mucho, así que no toca en el puñado de días en el que el balón está en el aire. A partir del lunes empezaremos a darle vueltas a la segunda Ventana, en febrero y ahora mismo en paralelo a un Barcelona-Real Madrid de Euroliga. De cómo de grave sería quedarse fuera de un Mundial y unos Juegos (el tramo 2019-2020) también se ha empezado a hablar. Un asunto que tendría un efecto profundo en toda la estructura del baloncesto español. Ese miedo, legítimo, avivó un fatalismo que no pudo evitar, más por cierta falta de sensibilidad que por verdadera voluntad, una narrativa no precisamente respetuosa con esta Selección de las Ventanas. Que no es ni la A ni la B ni tal vez la C. Es ni más ni menos la que está jugando en medio de este lío: sólo 16 jugadores de baloncesto.

España no se ha clasificado con esta victoria para el Mundial 2019. Tampoco le habría eliminado la derrota. Sí ha dado un paso muy importante (por el valor de los puntos ahora y en la segunda fase) y sobre todo porque ha dejado en Podgorica la mala sombra, las dudas que la perseguían por ser sólo un grupo de 16 jugadores de baloncesto en un sistema de competición y una coyuntura en la que, y algunos lo habían olvidado, el resto de equipos eran exactamente lo mismo. Pase lo que pase en Burgos ante Eslovenia, España no saldrá de la primera Ventana con un 0-2 que habría sido aterrador. Y que la implicación de estos jugadores no merecía. Porque se han expuesto a ser los que acaben en una foto en la que nadie querría salir. Porque han puesto una sonrisa a preguntas que podrían haberles resultado molestas. Porque han trabajado contrarreloj para ser un equipo. Y porque los jóvenes no han dudado en dar el paso y veteranos (en algún caso veteranísimo) como Fran Vázquez, Albert Oliver y Sergi Vidal han decidido echar un cable en lugar de decir que esto no iba con ellos, a estas alturas.

Scariolo ha hecho un trabajo extraordinario. Diría que en todos los sentidos y no solo en la pista. España ha vuelto a tiempos en los que no tenía nada garantizado, en los que no podía dar nada por hecho. En los que en cada posesión es esencial y cada error forzado al rival, un triunfo. El gran público no conoce a muchos de estos jugadores, pero quizá eso sólo significa que la Liga ACB merece alguna oportunidad extra los domingos por la mañana. Paulí o Vicedo tienen un potencial enorme, Quino Colom lleva años siendo un base ultra fiable, Sergi Vidal es un excelente multiusos, Nacho Llovet atravesaría una pared para echar un cable a sus compañeros y Fran Vázquez fue, hace mucho (2005), número 11 del draft de la NBA.

Desde luego en esta Selección no hay súper estrellas, no hay gigantes NBA ni ilustres de la actual Euroliga. Y maldita la culpa que tienen los jugadores (todos: los que están y los que no) de todo lo que ha rodeado a este sistema y a estos partidos. Ellos se han limitado a reunirse para arrimar el hombro, trabajar sin parar y aprovechar la oportunidad de llevar una camiseta que algunos ya pensaban que nunca llevarían y otros que no volverían a llevar. Porque son al fin y al cabo, los 12 de Podgorica y los cuatro descartados, nada más que eso: dieciséis jugadores de baloncesto.

Y es imposible, con el añadido de su irresistible aroma a outsiders, no sentirse muy orgulloso de ellos en un día como hoy.