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Messi y Cristiano, a una hora y cuarto y veintidós paradas

Este sábado Madrid será la capital mundial de los mejores del fútbol y dos hombres se estarán vigilando a veintidós estaciones entre cercanías y metro, poco más de una hora de trayecto, a la vez que millones de personas se aprestarán a ver su disputa a distancia desde los más lejanos países del mundo.

Esos dos hombres son, en efecto, los mejores futbolistas de la última década y serán recordados no sólo por su extraordinaria calidad, por su fuerza competitiva, sino porque jugaron siempre vigilándose. Vigilándose, hasta la hora del partido que cada uno juegue.

Desde que la pelota se pone a rodar, Cristiano Ronaldo, que ahora ocupa el primer lugar del ránking oficial de la calidad mundial del fútbol, tendrá en la mente sólo la pelota. Y Messi, que le disputa cada año el cetro que comparten al 50%, hará lo propio.

Se dice que Cristiano compite tanto que se entristece incluso cuando él no marca y marcan los suyos; y se especula con la posibilidad de que Messi no piense jamás en Cristiano o en otros competidores, sino en su abuela, que lo llevaba al campito cuando era un chiquillo de estatura insuficiente.

Los dos se verán las caras sin jugar uno frente a otro; uno jugará en Leganés, y Cristiano lo hará en el que quizá es ahora uno de los mejores estadios del mundo, el Wanda Metropolitano. Leganés y Atlético de Madrid son los dos equipos madrileños que pondrán a punto esa disputa ahora legendaria entre el portugués y el rosarino.

Uno y otro le han dado al fútbol una potencia espectacular; los dos se miden en calidad y en goles, y hay disputas filosóficas sobre ambas maneras de jugar, como si juntos significaran para el fútbol lo que las Expos universales a las ciudades.

De Cristiano quedará, seguramente, la voluntad indesmayable, que lo lleva a codiciar hasta el éxito del compañero y que a él lo empuja a lograr lo imposible, que siempre está a su alcance, para gloria de la grada. Es una pasión del fútbol la que lo lleva a la euforia o a la melancolía. Y Messi dejará la astucia estética, el dribling obstinado, ese carácter huraño que se compincha con la pelota hasta que la hace desaparecer de la vista de los que lo persiguen como si fuera un gamo. Los dos son amigos, se tratan bien, hablan bien de ellos, son otra cosa que lo que aparece en la Prensa, dicen.

Pero los dos son espectáculo en sí mismo. Que coincidan el sábado en Madrid convierten el azar de los emparejamientos en la posibilidad de un doble derbi que, por el azar también, llamaremos Wanda. Atlético-Real Madrid, Leganés-Barça, vaya par de derbies…, con Cristiano y Messi mirándose de reojo.