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Volvería a repetir cada paso

En septiembre de 2008, con 13 años recién cumplidos, tuve que tomar la decisión más importante de mi vida. Me habían seleccionado para ir desde Córdoba, mi ciudad, a Madrid para empezar a entrenar con el equipo nacional. Era un momento transcendental, pero no me lo pensé. Yo disfrutaba con lo que hacía. “Si no me gustaba, me volvía y no pasaba nada”, fue mi sesudo análisis de la situación. Los que peor lo pasaron fueron mis padres, que, de alguna forma, se perdían mi infancia, pero para mí era una aventura. Durante los dos primeros años viví junto a otras nueve niñas y con una tutora (tuve tres: Vessela, Pruden y Dinora) en un piso en el INEF a cinco minutos del pabellón y el instituto. A los 15 años pasé a la Blume.

Evidentemente no hacía las cosas de una niña de mi edad, pero no me importaba. Siete horas de entrenamiento al día y luego los estudios, un fin de semana al mes para ir a casa y visitas constantes de mis padres y su presencia en todas las competiciones han sido mi forma de vida desde que me seleccionaron. Hubo momentos malos, claro, cuando tienes un mal día te dan ganas de dejarlo todo, pero en mi caso los buenos superaron a los malos. Lo que más me dolía era perderme esas reuniones familiares (bodas, bautizos, cumpleaños) que superaba viendo las fotos que me enviaban.

Pero cuando te subes al podio (en mi caso en dos Mundiales, Europeos, Copas del Mundo y en los Juegos de Río) piensas: “Hasta aquí hemos llegado, ha merecido la pena”. Y si me preguntan ¿volverías a hacerlo? Por supuesto.

Lourdes Mohedano es subcampeona olímpica en Río y bicampeona del mundo de Rítmica.